MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
Es vox populi que David Bowie revolucionó la estética del rock: el vasto listado de sus cautivantes estilos admite una prenda de la colección llamada Vestidos para hombre, que fue el atuendo escogido para la edición inglesa del disco The Man Who Sold the World (1971). Además de la extravagante colección de monoprendas (algunas ideadas por Freddie Burretti) y las representaciones de Ziggy Stardust (un top tejido con rayas verdes y blancas trazado con un escote asimétrico y guardas azules que simulaban corazones tejidos en dorado y que además de complementarse en el escenario con una boa de plumas, sus mangas y sus cubre piernas eran desmontables, de modo tal que facilitaban al performer en su búsqueda para exhibir el cuerpo).
Un fetiche del imaginario Bowie es otro enterito con trazos de traje de ciencia ficción realizado en negro y dorado por el diseñador japonés Kansai Yamamoto (no confundir con Johji Yamamoto), así como también el pantalón baggie y con 24 tablas plisadas que lució desde la portada del disco Young Americans (temporada 1975).
La devoción sartorial ilustra otra de las aristas implícita en su manual de estilo: el período Duque Blanco (trajes y camisas) que tomara nuevas formas cuando encargó un saco de estilo Unión Jack y con prints de la bandera inglesa al diseñador Alexander McQueen y emergió en la portada de “Earthling”, permite afirmar que el músico de 66 años, que lanzó su nuevo disco en marzo, posee una vasta colección de abrigos en damascos y brocatos.
Desde el 23 de marzo hasta el 11 de agosto, la muestra David Bowie is, que exhibe el Victoria & Albert Museum de Londres, permite aproximarse al archivo de Bowie y al cuerpo de su vasta obra alrededor de la estética y los artificios: un inventario de 300 piezas que incluye tanto algunos de los mencionados trajes como las fotografías de Brian Duffy, Terry O’Neil, Helmut Newton –entre muchos otros fotógrafos–, rescates de videos, films, sets para filmaciones y conciertos y manuscritos de las canciones exhibidos a modo de collage.
Se supo además que Bowie nunca escatimó en el uso de glitter: pasando por joyas de cristal en forma de mono que ornamentaban conjuntos de sportswear en dorado y con hombreras, la incorporación de maquillaje derivado del kabuki y que surgió como secuela de su aprendizaje de técnicas de mimo y sucesivas colaboraciones con el experto francés Marcel Marceau; aunque el rayo trazado en su rostro por el maquillador Pierre La Roche para la portada de Aladdin Sane trazó nuevos modismos en make up que con frecuencia fagocitaron como recurso ornamental en la pasarela y en el escenario tanto diseñadores como músicos, ahora tiene su altar de neón puertas adentro del museo británico.
Corresponde aclarar que Bowie fue cultor de estilos del underground, desde un colectivo de artistas llamado The Beckinham Arts lab (que funcionó en el sótano de un pub inglés) a diseñador de remeras de trajes para la tienda John Stephen, un mítico sastre inglés.
Pero como dijo la actriz Tilda Swinton, cuasi gemela de Bowie y reciente coprotagonista de un clip dirigido por Floria Sigismondi (The Stars Are out Tonight): “Querido Dave: estoy segura de que los personajes más eclécticos y los freaks anónimos van a estar presentes en estas salas, observando tus cajones. Este lugar fue el favorito de mi infancia, por las armaduras medievales que exhibe y que para mí representaron trajes especiales... También recuerdo cuando a los doce años, muy cerca de acá, me compré una copia de Aladdin Sane, y la imagen del disco se volvió un primo imaginario, fue mi compañero de la adolescencia”. Si bien Bowie no estuvo presente en el opening, como destacó el cronista de Style.Com, Tim Blanks, sí fueron muchos de sus colaboradores.
Y de la observación de la galería de personajes se desprende que además de los elegantes de Londres sí había algunos freaks y otros aliens. Algunos curiosos pudimos al fin ver el rostro del otro Yamamoto (Kansai, con figura regordeta, adorables pantalones de gaucho espaciales, camisa y corbata en una paleta cromática que no escatimó estridencias, y el paso del turquesa al fucsia, referencias al animé y al animal print).
Además de sumarse al furor de la moda en museos iniciado a comienzos de 2011 con la muestra de McQueen, David Bowie is vendió 50.000 entradas antes de la apertura. La expo trajo como consecuencia una tienda de merchandising desarrollada para la ocasión y que casi está sold out out. En sus racks hay desde bolsos y remeras hasta una sofisticada púa para guitarras con dos caras: una reproduce la sesión de fotos de Brian Duffy para Aladdin Sane, en 1973, y la otra dicen que está forrada con la tela ídem a la de un enterito by Bowie de la portada de Ziggy Stardust.
El bonus track es la edición del libro que oficia de correlato del banquete de estilos de Bowie reunido en el V&A, que además de ensayos de los curadores y autores admite autógrafos del músico y tiene ediciones limitadas. Entre sus páginas, como en los anaqueles del museo, asoman despliegues visuales de artes de tapa de Guy Peellaert y Edward Bell, destacados del film The Man Who Fell to Earth y documentos de los sets de filmación para Diamond Dogs tour (1974). Bowie, el verdadero artífice de la muestra, parece revisitar su estilo y su obra, y como exclamó desde el clip de Sigismondi, vestido en amarillo patito o en beige, y engamado con los ropajes de Tilda Swinton: “Tuvimos una linda vida”.
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