Viernes, 30 de agosto de 2013 | Hoy
VISTO Y LEíDO
La primera novela de la escritora Clara Obligado, que llega a la Argentina tras dos exitosas ediciones, da lugar al amor desde una perspectiva erótica y crítica que no pierde vigencia.
Por Carolina Selicki Acevedo
La hija de Marx fue la primera novela de la escritora argentina Clara Obligado, quien en 1976 decidió exiliarse junto a su hija en España, donde actualmente reside y se ha convertido en pionera de talleres literarios. En 1996 obtuvo por esta obra el prestigioso Premio Femenino Lumen, y ese mismo año se lanzaron dos ediciones en España, luego se agotó y hasta el día de hoy permanecía inédita en Argentina. El año pasado regresó para presentar El libro de los viajes equivocados (Páginas de Espuma), que acaba de ganar el Premio Setenil al mejor libro de cuentos de 2012. Afortunadamente, la editorial Galerna nos acerca la posibilidad de disfrutar de la lectura de una trama centrada en el siguiente interrogante: ¿Qué hubiese pasado si el hijo ilegítimo del intelectual Karl Marx hubiese sido mujer? A partir de allí, Clara nos conduce por un viaje que nos traslada desde el Londres de 1870 para luego hacer un salto de página a Moscú, París y finalmente Nueva York, ciudades atravesadas por la historia de las tres generaciones de mujeres desde esa hija no reconocida.
El interrogante va más allá y obliga a repensar sobre la lucha y la persecución de los exiliados revolucionarios rusos por el régimen zarista y su refugio en las principales ciudades europeas entre finales del siglo diecinueve y principios del siglo veinte, pero también –y de un modo inteligente– cuestiona la doble moralidad victoriana, que escondía en la noche y detrás de la cerradura de la puerta de la habitación relaciones incestuosas, el sometimiento de la mujer, el libertinaje, la homosexualidad o los matrimonios por conveniencia. Sin embargo, a través de la ficción, la autora invierte los roles de los personajes y construye a mujeres que se atreven, de a poco, a experimentar el goce, la realización de una profesión, la búsqueda de la propia felicidad, el compromiso con los ideales revolucionarios –incluso a través de la lucha armada– a pesar de los costos que esto implica. La protagonista es Annushka Ivannovna Dolgorukov, entregada a Iván Dolgorukov por la bella y rebelde Natalia Petrovna, su madre, para su cuidado y educación –que no excluye la educación sexual– y es quien hasta su adolescencia no le revela la verdad: ella es hija de Marx. Es la primera voz femenina que aparece, que se coloca como narradora. Luego iremos junto con ella reconstruyendo el pasado de su madre a través de cuadernos de Dolgorukov y a través de cartas escritas por Natalia, también por el gran amor de su madre –otra mujer, Lizaveta Zosimov, que desencadenó la separación con su esposo– (“Hija querida, espero que entiendas lo íntimo de estas confidencias, pero creo que el amor que sentí por tu madre no merece censuras. Ya serás mayor y podrás comprendernos”) y acercándonos al final, cartas y pensamientos de Annushka y su hija Nat.
El amor de un hombre se presenta como el gran peligro para estas protagonistas. Así, la corporalidad se vuelve esencial para distanciarse de los sentimientos. Una orgía que pasa a ser considerada un acto artístico entre bohemios se mezcla con la entrega carnal y efímera de Annushka a un periodista de paso por París, un amor compartido entre madre e hija –casualidades siniestras–, pero ante todo prima el erotismo: “Era mediodía cuando Annushka tomó su coche y llevó al hombre de prisa a su casa y lo tumbó en su cama, desvistiéndolo lentamente entre caricias, (...) sin poder acallar un orgasmo vehemente y continuo que había comenzado en el momento en que lo vio en el bar”. Asimismo, el amor entre hombres o entre mujeres aparece como la reivindicación del sentir, en medio de una época que pretendía oprimir y donde el fantasma de la guerra seguía en el aire. Para la autora, quien se encuentra en Francia por unas semanas escribiendo un próximo libro, la novela “habla del amor desde una perspectiva femenina. Del amor-pasión, del amor de pareja, de ese amor tan complejo, que es el amor maternal, y del amor entre las mujeres. No creo que estos temas, que son casi universales, hayan cambiado desde que escribí el libro. La única modificación se ha dado en el hecho de que el amor entre mujeres ha encontrado, tanto en Argentina como en algunos otros países, un espacio de reconocimiento legal”.
Clara Obligado juega permanentemente con sus lectoras y lectores. A través de analepsis y prolepsis brinda información nueva y, como en el amor, quita de un manotazo aquello más preciado. La búsqueda del sometimiento o de la aprobación, la puja de poder, que atraviesa a todas las instituciones de aquellos siglos patriarcales que de a poco va quedando atrás y que fundamenta las máscaras con las que cada uno decide desenvolverse o mostrarse en la vida, no son más que una forma de narrar aquello que parece reservado sólo para la intimidad, callado hasta el lecho de muerte, como un modo de sobrevivir o posibilitar la supervivencia del ser más preciado.
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