Viernes, 6 de septiembre de 2013 | Hoy
MONDO FISHION
Por Victoria Lescano
Las imágenes de campaña de cada nueva temporada de la firma de calzado Ferraro suelen aludir a estilos vintage: de un tributo reciente a la iconografía de las vedettes de la época de oro de la revista porteña –y allí un zapato con tiras multicolores entrelazadas– a otra más reciente, la del verano venidero y donde se recrearon modismos de la supermodelo Verushka: fotografiada por Gisela Filc y con estilismo de Caro Urresti, la modelo Julieta de Bernardi luce un turbante con fulgores como estrategia para lucir un sobre de mano color oro, uno de los hits de la colección.
Fundada por Antonio Ferraro, un experto remendón nacido en Acri –provincia de Cocenza– que trazó sus primeros zapatos femeninos con rezagos de zapatos para soldados procesados con tintes, para ser suavizados y reformulados. Y al radicarse en Buenos Aires tuvo un próspero taller en la avenida Rivadavia, que hace 58 años le permitió abrir una fábrica propia en Mataderos y fundar la firma que lleva su apellido y que en la actualidad dirigen sus dos hijos.
Desde la sala de altos del edificio de Villa Crespo, cuya fachada e interiorismo exaltan el color negro, la diseñadora Eloísa Hospitaleche, jefa de diseño de esa firma y con una vasta experiencia en diseño de producto (labor que comenzó en el primer año de sus estudios de indumentaria en la UBA y que en 2001 matizó con un proyecto indie llamado Constanza y Eloísa), se refiere a los modos y plazos para abordar cada colección: “Siempre hay un guión previo al armado de una colección, hago un listado de tendencias que va del grunge al estilo marinero. La realización implica un período aproximado de cinco meses en los cuales hay que elegir el cuero, mandar a hacer la muestra y la contramuestra, porque en el proceso hay mucho de ensayo y error. El desafío consiste en no hacer una cita textual de las tendencias, sino en mirar en la historia de la marca. Considero que en Ferraro el modelo más representativo se llama Luis XV, tiene un taco clásico de cinco centímetros y medio y en cada colección lo voy reformulando y le sumo matices. Los zapatos de Ferraro –cuyo logo cambió la doble ff por una f en singular– son los zapatos que te recuerdan a los de tu mamá; estamos tratando de cambiar esa mirada y atraer a otro público, pero en simultáneo sucede algo particular, el público tiene una apariencia cada vez más joven, las nuevas abuelas no se visten como las de antaño. Por otro lado, el desafío de diseñar zapatos y carteras hoy me resulta más atractivo que hacer indumentaria, tal vez porque resisten el paso del tiempo”.
La marca suele aludir al estilo retro chic como base de sus diseños, de ahí que resulta ineludible preguntar a la diseñadora acerca de sus influencias y su genealogía de moda. Hospitaleche nació en Azul, pertenece a una familia donde la abuela fue costurera, la madre tiene una boutique llamada Foxtrot y su tío supo tener una curtiembre que ofició de escenario para sus juegos de infancia. Por otro lado destaca su gusto por el vintage, del coleccionismo de carteras a la compulsión por visitar remates en su pueblo natal (y al que volvió a radicarse hace algunos años, luego de vivir en Santiago de Chile). Sí, la diseñadora combina la vida entre la ciudad y el campo; pasa algunos días en Buenos Aires, ideando las colecciones o siguiendo desarrollos en talleres, para, al promediar la semana, instalarse en su casa de pueblo y dictar clases de diseño en una galería de arte a la que asiste su hija de seis años. Pero esa mirada un poco alejada de los imperativos citadinos funcionan a su favor y el de sus empleadores: “Considero que tenemos un mercado muy fuerte en el interior y que vivir ahí me aporta otra mirada sobre la moda. Miro mucho cómo se visten las mujeres en Azul, ya en reuniones o en el colegio, y lo aplico a mis elecciones de materiales y de colores. Además conservo los álbumes de fotos de mi tía abuela, quien tenía un particular sentido de la moda; un recurso de colores en las plumas salió de ese álbum”.
El showroom y estudio donde Eloísa trabaja junto a su asistente, Josefina Lazaroni, cobija los 300 productos de la colección verano –que para el verano 2014 responden a nombres de ciudades– de los zapatos Tokio, en verde agua con taco dorado, al zapato Londres con taco alto y tachas adosadas a su capellada; una bandolera plateada apodada Marruecos y la cartera que rinde homenaje a Buenos Aires, acicalada con flecos y con tachas.
Allí, una instalación de stilettos, de plataformas con bases variopintas, zapatos de diferentes alturas, sandalias con y sin taco, carteras que en su mayoría son rígidas (algunas emulan portafolios chic provistos de pellizcos como el modelo Concepción).
Acerca de los dictados de tendencias, Eloísa destaca el furor de los cueros metalizados, las tachas, las rafias y los materiales estampados; las flores doradas componen el print por excelencia y una carta de colores que admite al nude, al mango, al rosado, combinaciones de blanco y negro y que suma dorado y plateado.
Acerca de su aprendizaje desde la industria de la moda, la diseñadora que antaño predicó modas desde una marca de autor, sentencia: “Esta labor me sirvió para conocer gente que me enseñó el oficio, no somos una expendedora de calzado; por el contrario, la labor de los artesanos es un valor agregado. En los talleres de calzado sigue habiendo más hombres que mujeres, pero todo cambió desde cuando en mis comienzos en la firma me preguntaban en la fábrica: ‘¿Y vos qué hacés?’. Y cuando respondía ‘soy la diseñadora de la marca’, me desafiaban con el interrogante: ‘¿Y por eso te pagan?’”.
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