MUñECAS
La vie en rose (Dior)
A los 44, pero con aspecto de 20, Barbie sigue siendo la muñeca preferida de las niñas de 3 a 10 años, digan lo que diga sus detractores. Aunque aggiornada –tiene pares de todas las etnias y se permite las profesiones más diversas–, la rubia que desdeña abandonar el kitsch rosado y brilloso ha formado una Familia Feliz y ahora protagoniza el célebre “Lago de los cisnes”, musicalizado por Chaikovsky.
Por Moira Soto
Cuando el 4 de julio de 2076 se abra la cápsula hermética que se cerró en 1976 –año del bicentenario de los Estados Unidos– luego de guardar en su interior objetos representativos de la época, allí estará ella, la rubita de 29 centímetros, pechos sobresalientes, cintura jibarizada y piernas interminables. La muñeca Barbie se ganó ese sitio gracias a la peregrina idea de Ruth Handler, la dueña –con su marido Elliot Mattel– de una fábrica de juguetes que en 1959 lanzó al mercado ese extraño juguete (hasta ese entonces, las chicas norteamericanas jugaban con muñecas de aspecto infantil), que en el primer año de circulación vendió apenas 351 mil ejemplares. Y que hoy, con los cientos y cientos de millones de Barbies que se consumen en todo el mundo, tomadas de la mano, se podrían dar siete vueltas al planeta Tierra. Siete rondas de Barbies de distintos colores y atuendos, con algún Ken intercalado muy cada tanto, alguna Becky en silla de ruedas rosada (por aquello de las capacidades especiales), contadas representantes de otras etnias, pero con mayoría absoluta de la Barbie-Barbie. Es decir, la doll que viene demostrando aquí y en el Asia que aunque haya muñecas pelirrojas y morenas, las niñas las prefieren rubias. Sí, como los caballeros de Anita Loos, aunque estas blondas de plástico no exigen diamantes: se conforman con vistosas chafalonías.
Nada más nacer, veinteañera y flaquísima pero con lolas tipo Brigitte Bardot, Barbie ya exhibía el glamour que la caracterizaría a lo largo de las décadas: en traje de baño rayado, con tacos altos, acentuado maquillaje, pelo largo, aros llamativos... Porque aunque esta mujercita de plástico soportó algunas leves transformaciones a través del tiempo –se soltó la melena, aligeró los afeites, achicó levemente los pechos, incorporó oficios, fue actualizando el vestuario, sin dejar nunca los oropeles rococó para la hora del party–, su estilo se mantuvo fiel a una feminidad coquetona, de pacotilla, más bien relamida, a veces desembozadamente kitsch. Es decir, que si algo cambió fue para que todo siguiera más o menos igual, en Barbie y en el universo rosa y lila que la fue aderezando y cobijando.
Por cierto, algo tiene esta muñeca con aspecto de reinita de belleza, de miss Cualquier Cosa, amada masivamente por sus destinatarias y asimismo resistida como modelo de identificación para las nenas por feministas y educadores, objeto de ensayos y biografías (autorizadas y de las otras), de simposios internacionales y de exposiciones en importantes museos como el Whitney, inspiración de artistas, que van del homenaje pop de Andy Warhol a la repulsa de la fotógrafa Felicia Rosshandler (que ha registrado con su cámara puestas en escena en las que Barbie es humillada y torturada, y otra que muestra –por ejemplo– uno de sus pies con una etiqueta asomando entre los desechos de un cajón, en un depósito de cadáveres).
Barbie resiste todo y sigue avanti: actualmente, cada segundo se compran dos de esas muñecas en el mundo, mientras que la panoplia de su propio y plastificado mundo de pertenencia se sigue extendiendo. Por otra parte, además de aparecer en cortometrajes como Barbie tambien puede eStar triste de Albertina Carri, no precisamente de intención glorificadora, Barbie ya ha protagonizado tres largos que, curiosamente, no la muestran en su ámbito rosa confite de casas, cruceros, aviones y autos, sino en la inmemorial atmósfera de los cuentos de hadas. La última película, El lago de los cisnes, acaba de editarse en video y DVD, y se está ofreciendo en funciones de preestreno los sábados y domingos de noviembre, en el tercer piso del Shopping Paseo Alcorta. Paralelamente, se realizan talleres afines, a las 16.30 y a las 18.30 (mañana y pasado, de coronitas de princesas; el 15 y el 16, de tutús y tiras brillantes; el 22 y el 23, de portarretratos; el 29 y el 30, de llaveros).
La chica Zelig y su corte multicolor
Esta mujercita desprovista de genitales –y de toda sombra de vello púbico– y provista de incontables trajes y accesorios, sostén del estereotipo femenino más acicalado y peripuesto, que en un punto (o dos) está más cerca de Doris Day que de Kate Hudson (por citar a una actriz joven contemporánea), tiene una antepasada non sancta: la provocativa Lili inventada por el dibujante alemán Reinhardt Beuthien en 1952, para llenar de urgencia un espacio en el diario Bild Zeitung. Beuthien diseñó a Lili, una bitch picantuela y traviesa de figura estilizada, más bien pechugona, cintura y tobillos muy afinados, pelo rubio sujeto en cola de caballo. El suceso fue instantáneo y el moderno Pigmalión recibió ofertas para convertir a la chica de papel en efigie de tres dimensiones, obviamente destinada al escritorio o el coche del caballero. Al parecer, Lili fue la imagen que flechó a Ruth Handler, una señora que ya andaba con la idea de fabricar muñecas con aspecto de mujer joven, desde que había visto a su hijita Barbara recortar fotos de modelos o jugar con muñecas de papel troqueladas con formas de mujer.
Muy pronto, los hacedores de Barbie decidieron que no era bueno que la muchacha estuviese sola y le dieron un compañero, Ken, que no salió de las frágiles costillas de la doll, sino del plástico modelado por el equipo de diseñadores de la firma Mattel. Ken no tuvo tanta aceptación, siempre ocupó un lugar irrelevante, de segundo sexo, y cuando se trata de celebrar los aniversarios de Barbie –como el número 35, que se festejó con muestras, seminarios, ediciones de libros– nadie se acuerda demasiado del chico con rasgos de Guillermo Andino.
Para seguir con algunas efemérides de este fetiche internacional, recordemos que en los 60 tuvo a su hermana menor Skipper, que vino a este mundo consumista ya crecidita, y sobre el final de la década llegó la afronorteamericana –bah, negra– Christy, con lo cual los Handler-Mattel fueron casi unos pioneros de la corrección política. Más aún: en 1965, lanzaron una Barbie astronauta, antes de que Sally Ride viajara al espacio. Por esas fechas, las muñecas se volvieron más flexibles en sus articulaciones y empezaron a hablar. Siempre alerta a la dirección del viento, en los 70 Barbie se reprodujo con vestuario hippie, comenzó a “ejercer” profesiones como enfermera, azafata de avión, médica. Y a comienzos de la década siguiente, se multiplicaron etnias y nacionalidades. En 1985, se llevó a cabo una muestra internacional con diseños de Dior, Gaultier, Saint-Laurent. Ya sobre el final de la década del yuppismo, Barbie se nos puso patriótica y pasó por el Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina (estadounidenses).
Así como fue hippie por un rato, cuando la ocasión era propicia, a principios de los 90 se convirtió en rapera fugaz, antes de adoptar el indian look (en 1993, ¡era hora!) y de montar una rumbosa Harley Davidson, harta quizás de su auto rosa Dior con faroles-ojos-con-pestañas y paragolpes con forma de boca entreabierta (cumbre indiscutible del kitsch barbiano). En plan de aggiornarse, a los 40 (que siguen siendo alrededor de 20, sin sospecha de arrugas o celulitis) Barbie –la firma anunciadora- empezó a apoyar programas de promoción para mujeres que se dedicaran a las ciencias, la economía, los deportes... En ese mismo año –que una cosa no quita la otra– una de las amigas de Barbie se embarazó, mediante una pancita-prótesis que contiene un bebito (no, no sale por vías naturales porque, como se sabe, las Barbies carece de ese conducto).
Ya puede protestar Betty Friedan como lo hizo en The Kitchen cuando la bambola cumplió 35, ya pueden llamarla “veneno rubio” grupos de madres que habían jurado que sus hijas no tocarían jamás una Barbie: la rubia básica, sin dejar del todo de lado su glamour brilloso de nueva rica, ha jugado en la NBA, y asociada a Girls Inc. –entidad sin fines de lucro– apoya a las chicas “fuertes, inteligentes y capaces” desde su disfraz de working girl(con celular, laptop, agenda, una taza de café). Ella no se priva de nada que pueda incrementar las ventas: en 1992 fue ¡candidata a presidenta del Gran País del Norte! (y Ken no ha llegado ni siquiera a intendente de algún pueblito perdido de la América profunda).
Un mundo feliz
“El amor es como el tiburón: debe estar en continuo movimiento para no morir”, decía Woody Allen en alguna película. A Barbie le pasa algo parecido, pero para no caerse del candelero y aumentar la clientela. En nuestro país, las muñecas del sello Mattel tienen su sector destacado en cualquier juguetería más o menos surtida, donde no se encuentran las negras pero sí las latinas como Teresa. Recientemente, se presentó la Happy Family, compuesta por Midge y Alan, casados hace varios años, con un hijito –Ryan– y una hijita en camino. Midge, por si no están enteradas es la mejor amiga de Barbie, que la atiende en su rol de médica, usa un vestido maternity y cuenta con todos los chiches que pueda necesitar un bebé.
Del guardapolvo de médica obstetra, la rubia camaleónica pasa a los trajes de época, al tutú de danzarina clásica y a las plumas en su último largo, El lago de los cisnes (los anteriores: Cascanueces y Rapunzel). Es decir, deviene Odette, la romántica plebeya transformada en cisne mediante un hechizo, que se encuentra con su príncipe y baila a los sones de la partitura de Chaikovsky. En el film, de animación digital, mediante este cuento de hadas, Barbie actual le da una lección a una niña que en un campamento no quiere competir. Las escenas bailadas se realizaron trabajando sobre secuencias filmadas del New York Ballet, y el convertirse en cisne no es un escollo para que Barbie deje de lucir brillos tornasolados. El tradicional ballet, desde siempre tuvo dos finales: uno feliz, el otro trágico. ¿Alguien tiene dudas acerca de cuál propone la Barbie digital?