RESISTENCIAS
En Brukman se cosen las redes sociales
Mabel Bellucci y Karina Granieri
El 30 de octubre, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó la expropiación de la fábrica Brukman, que será finalmente traspasada a sus trabajadores, después de que la Justicia dictara la quiebra de la empresa. Hubo un listado larguísimo de discursos elogiosos en torno a las nuevas modalidades de preservar las fuentes de trabajo en la Argentina, cuando paradójicamente muchos de estos oradores estuvieron ausentes –tanto en la toma como en la resistencia– por parte de los obreros por reingresar a la planta textil.
Podríamos considerar que a partir del desalojo que realizó un batallón de policía al irrumpir en la fábrica recuperada, el 18 de abril, el conflicto laboral de Brukman se convirtió en un territorio de ensayos y exploraciones sobre modos espontáneos y autogestivos de intervención política. Pese a que durante la tensa contienda por la recuperación de la fábrica estuvo cercada por un muro humano militarizado, igualmente, los trabajadores junto con los activistas lograron inaugurar formas ingeniosas de sostener la lucha e impugnar el desalojo ilegítimo.
Las mismas se llevaron a cabo a través de una articulación puntual e inmediata de participaciones y compromisos de una diversidad de sectores, colectivos, frentes y movimientos.
Brukman en manos de sus trabajadores, logró rajar grietas en la dinámica productiva de una empresa capitalista clásica: las puertas de su fábrica se abrieron a la cultura para entramar bienes artísticos con bienes textiles. De alguna manera, esta experiencia puntual generó un clima de ruptura interconectando todos los frentes –social, político, cultural y de vida cotidiana– a partir de una tentativa por subvertir la propiedad privada a través de un nuevo orden de autogestión obrera.
Por otra parte, dicho conflicto estimuló a pensar que ese cambio social por el que los trabajadores luchaban contenía también un cambio cultural, una práctica novedosa de enfrentar las contradicciones de la relación capital-trabajo.
Meses antes del desalojo, la artista visual Emei, bajo el nombre de Rosita, presentó ante la asamblea de trabajadores un proyecto de escultura/mural/ambientación a ser realizado en la placita lindera a la planta; frisos de cacerolas y gomas serían los elementos para conmemorar la recuperación de la fábrica, cuya consigna histórica del control obrero estaría escrita sobre cerámicos de Zanón, fábrica hermanada en la misma consigna.
Previo a la brutal represión policial, surgió la voluntad de armar una serie de acciones culturales en las inmediaciones de la fábrica, básicamente dentro y en los alrededores de la plaza. Allí, los trabajadores y activistas acampaban para mantener la vigilia y el sostén del reclamo por retomar la planta.
Todos estos acontecimientos estuvieron protagonizados por diferentes colectivos autoconvocados que experimentaron el conflicto laboral desde su hacer, enfrentando la lógica de la separación para establecer redes de conexión, unión y difusión. Asimismo, esta dinámica intentó construir unamirada cuestionadora de las relaciones jerárquicas de producción de cultura.
Una de las acciones que se realizó fue el llamado Maquinazo. Vale decir: a metros de la fábrica inactiva y amurallada por el cordón policial, las obreras –en plena avenida Jujuy– confeccionaban con máquinas de coser donadas por el vecindario, ropa que enviarían de manera solidaria a la población santafesina, acuciada por las inundaciones. En tanto que el Taller Popular de Serigrafía entraba en la cadena de producción, estampando en esa misma ropa, una imagen con la consigna: por Santa Fe: Maquinazo, hecho por las obreras de Brukman.
Otra movida consistió en preparar una acción directa en la XXIX Feria Internacional del Libro, a modo de visibilizar el reclamo de Brukman por fuera de la fábrica. Unos pocos activistas de colectivos espontáneos (Intergaláctika; asambleas barriales, estudiantes universitarios) ingresaron a distintas salas donde se hacían presentaciones de libros, con remeras blancas pintadas con la consigna Brukman es de los trabajadores.
También se organizó la jornada Arte y Confección como enunciado conmemorativo al clásico oficio de modista. Esta acción callejera mantuvo una intensidad a lo largo de cinco días. Fue preciso contar con el apoyo de un amplio arco de frentes artísticos y políticos (Kino Nuestra Lucha, Taller Popular de Serigrafía/TPS, Intergaláctika, Arde Arte, Grupo ETC, Contraimagen, Rosita Presenta y Soledad y compañía) quienes con su participación, estuvieron acompañando la multiplicidad de protestas sociales que se manifestaron a partir del 19 y 20 de diciembre de 2001. Asimismo, en Arte y Confección asistieron y participaron grupos y figuras representativas de las artes visuales como también del teatro, el cine, la literatura y la música.
Después de cuatro meses de una fuerte resistencia, a modo de sustentar el fondo de huelga, se confeccionaron pañuelos con imágenes alusivas a la lucha, diseñados por diferentes colectivos de arte (Arde Arte, Grupo ETC, TPS). Finalmente, previo a la fecha en que se trató y se aprobó la expropiación de la fábrica, los trabajadores optaron por una estrategia que ayudara a la negociación: entregarles a los legisladores un dibujo impreso en serigrafía sobre una tela tan celeste como su guardapolvo de trabajo.
Mabel Bellucci, asambleísta
y activista del Area Queer.
Karina Granieri, artista visual e integrante del Taller Popular de Serigrafía.