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Viernes, 14 de febrero de 2014

SALUD

Necesito quererte

En ese estante menospreciado de los libros de autoayuda, Las mujeres que aman demasiado, de la estadounidense Robin Norwoord, está cómodamente instalado desde 1986 a fuerza de reediciones y más de tres millones de ejemplares vendidos. Y también por el eco que despierta en tantas mujeres ese título explícito que ahora también nombra talleres de reflexión y trabajos académicos sobre la dependencia emocional.

 Por Sonia Tessa

Débora tiene 37 años y se define hoy como una “mujer que ama demasiado en recuperación”. Comenzó una terapia con una psicóloga que coordina grupos terapéuticos para codependientes, mujeres adictas a su pareja. Débora llegó a esa terapia por Las mujeres que aman demasiado, de Robin Norwood, un libro de autoayuda de 1986 que lleva vendidos más de tres millones de ejemplares y se sigue reeditando. “Lo leí en el final de una relación de pareja, me ayudó muchísimo a aceptar ese final, que venía postergando por mucho tiempo, y fue el comienzo de un nuevo proceso de aceptación de la ruptura de esa relación y de poder observar que en mí había una cierta dificultad de generar relaciones saludables y una tendencia a repetir relaciones conflictivas, no sólo de pareja”, cuenta Débora ahora, que ya encontró a una psicóloga en Rosario, la ciudad donde vive, para realizar los talleres grupales propuestos por Norwood hace casi 30 años.

El prólogo de Norwood arranca con una frase de alta efectividad. “Cuando estar enamorada significa sufrir, estamos amando demasiado”, escribió. La psicóloga Gimena Lucero se concentró en tratar a mujeres con esta patología –así lo considera– tanto en terapia grupal como individual. “Son personas que dependen de otras personas. Todo el tiempo están necesitando que el otro las necesite”, cuenta la profesional que atiende un “90 por ciento de mujeres”. ¿Por qué? “Porque el rol de la mujer está muy marcado por el cuidado.” Lucero no tiene dudas de que “el patriarcado tiene muchísimo que ver”, pero a la hora de concentrar su mirada se centra más en la patología que estudia que en su génesis social y cultural. “Siempre son niñas que han tenido que ser adultos, o también niñas que han venido al mundo a responder a las necesidades de sus padres, no han tenido resto para ser”, conceptualiza. Encuentran, entonces, parejas que tienen “algo” para cambiar, o que ellas piensan que pueden cambiar. En ese círculo se quedan atrapadas como un hamster en una rueda. Cuando llegan al consultorio es, literalmente, porque no dan más. “Se sientan y hablan casi todo el tiempo o, mejor dicho, todo el tiempo, de otra persona, de lo mal que las tratan”, dice la psicóloga, que en ese tipo de relaciones ha escuchado situaciones de violencia extrema. “He tenido pacientes que se relacionan simplemente con personas inmaduras, pero también con adictos o con hombres con trastornos de personalidad severos, con psicópatas. Muchas veces no llegan a medir el grado de exposición que tienen frente a la violencia de la otra persona”, describió la psicóloga.

Los talleres tienen distintos nombres y se reproducen en diferentes lugares del país. Hay, incluso, en hospitales públicos. Allí se trata de superar “la adicción a personas”.

Patricia Faur es autora de los libros No soy nada sin tu amor y Amores que matan, entre otros. Antes de comenzar a hablar, Faur aclara que su trabajo va mucho más allá de la propuesta de la psicoterapeuta estadounidense. “Lo abordé en cinco libros de tono más académico, porque toda la literatura de codependencia y adicción a personas vino desde la autoayuda, muy desestimada desde el mundo académico. Mi trabajo fue darle un cuerpo teórico a esto”, aclara. Con esas herramientas, coordina un grupo terapéutico desde hace más de 20 años. Pero además dicta cursos de posgrado sobre codependencia y vínculos adictivos en la Universidad Maimónides. Es decir, tiene una mirada académica sobre estas formas de relación consideradas adictivas, desde la perspectiva de las neurociencias. “Hay que limpiar un poquito el terreno. Si tenemos que hablar de todo este tipo de vínculos, lo llamamos dependencia afectiva. Es verdad que la codependencia alude a un tipo en particular, que es bastante más definido, que llamamos la rescatadora. Son mujeres que cuando eran niñas han sido cuidadoras de sus cuidadores y es muy probable que al llegar a su vida adulta establezcan vínculos adictivos. Pueden ser también obesas o adictas a las drogas”, puntualiza Faur. Su descripción es concreta: “Está sobreadaptada, naturaliza el dolor, el esfuerzo, porque necesita ser querida a cualquier precio, porque tiene hambre de amor, ya que no pudo ser querida y protegida por sus padres”.

Esa naturalización del dolor, esa idea de seguir haciendo esfuerzos para que su pareja cambie, son habituales en los discursos de muchas mujeres. ¿Cuántas veces se escucha la frase “ya sé que me hace mal, pero yo lo amo, no puedo vivir sin él”?

Esa es justamente una clave de estos vínculos. “Una vez que tiene una relación se desespera, porque llena su vacío. Lo que está haciendo es anestesiar un dolor. La relación en sí misma funciona como una droga, como un alterador de su estado de ánimo”, describe Faur un patrón de relación amorosa que, si se escucha con atención, está más esparcido de lo que parece. “La idea de abandono le causa tanto terror que es capaz de hacer cualquier cosa con tal de permanecer en este vínculo. Esto la pone en un lugar de mucha desventaja donde el otro tiene todo el poder –analiza desde su visión profesional Faur–. A veces una en el consultorio se dice: ‘Pero este tipo no vale dos mangos, cómo tiene tanto poder sobre esta mujer inteligente, potente, creativa, y que gana su propio dinero’. Pero de esta manera se siente necesaria y siente que el otro no la va a abandonar. Tanto que si este hombre empieza a mejorar, consigue un trabajo, empieza a tener actitudes más maduras, se asustan porque creen que ya no la van a necesitar.”

Así es como estas mujeres aceptan una y otra vez las disculpas, los rechazos, las humillaciones y dificultades para sostener la relación. “La primera cosa que se observa es la asimetría. Una de los dos está tratando de salvar la relación y al otro no le importa. Ella está desesperada y desesperanzada, son personas que están soportando un gran dolor hace mucho tiempo. Y si bien muchas veces tienen muy baja autoestima, no son personas con un pobre autoconcepto”, desbroza la especialista. Es que por lo general son mujeres exitosas en sus trabajos, independientes económicamente, que pueden desarrollarse en distintos ámbitos. Pero esa relación a las que se aferraron horada su vida.

Claro que la lectura de género, para esta terapeuta, existe, aunque no es crucial en su análisis. Sin embargo (tal como puede verse en las páginas anteriores) ese 95 por ciento de mujeres que asisten a los talleres habla de una problemática que no es transversal sino de género. “Mientras que en muchos países los matrimonios son concertados previamente, en nuestras sociedades el soporte de una institución social básica, la familia, se fundamenta en el amor romántico”, dice la psicóloga española Pilar Sanpedro y subraya: “A pesar de los cambios profundos conseguidos en el siglo XX por el movimiento feminista, las mujeres, en mayor medida que los hombres, asumen ese modelo de amor y de romanticismo que nos hace ordenar nuestra biografía y nuestra historia personal en torno de la consecución del amor. Muchas mujeres buscan aún la justificación de su existencia dando al amor un papel vertebrador de la misma, concediéndole más tiempo y espacio a ser reconocidos y considerados por la sociedad y sus iguales”. Ese párrafo acentúa todo lo que la cultura ha moldeado a las mujeres para amar demasiado porque, según ese mito, jamás sería demasiado cuando se trata de una mujer.

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