Aquellas canciones que sonaban en el living de la casa de su mamá en Santiago de Chile fueron cruciales. Sgt. Pepper’s de Los Beatles, Let it Bleed de los Rolling Stones y The Mamas & The Papas. Eso recuerda Juga no bien se dispone a mirar los primeros borbotones musicales de su vida. A los cuatro años le regalaron los casetes con las canciones infantiles de María Elena Walsh. “¡Ese es mi soundtrack interno hasta hoy!”, dice esta cantante e instrumentista chilena que acaba de llegar a Buenos Aires.

Juga empezó a estudiar canto a los trece años. Para esa época ya cantaba y componía blues. “Estaba pegada a Janis Joplin”, cuenta. De golpe llegaron a sus manos algunos videos de festivales de rock (“no se cómo, y todos muy eclécticos”) que la llevaron a investigar sobre folklore y música lejana. “La psicodelia de los ’60 buscaba esa mezcla de sonoridades, donde todo era posible”, resume. Y agrega: “Por otro lado, en Chile, la figura todopoderosa de Violeta Parra te muestra canciones que están tocadas sólo con una guitarra, pero que son absolutamente rock”. Así, mientras se paseaba por sonidos de varias latitudes, llegó el momento de elegir qué estudiar, y Juga se anotó en la carrera de Composición musical en Santiago, donde creció. Su música tiene ukeleles polinésicos con toques de samba, fado y psicodelia, compone canciones con espíritu de blues clásico y juega con melodías casi oníricas. Varias de sus composiciones son deudoras de las temáticas de la Isla de Pascua, se empapan de su naturaleza ancestral y contienen Rapa Nui en las letras. El de Juga es todo un mundo cosmopolita. Su biografía también es una aventura que se asemeja a la variedad de géneros que abarca cuando canta.

Llegó a Buenos Aires para presentar su concierto Juga Di Piaf, en el que homenajea a Edith Piaf. “Será un concierto bien íntimo e intenso, medio ritual, medio teatral”, describe. Junto a Carlos Felipe Bórquez, a cargo del piano y acordeón, y ella con su ukelele y a veces al piano, montaron este concierto donde presenta principalmente repertorio de Piaf reinterpretado, “bluseado, polinesiado” –como ella misma sugiere– y que intercala con alguna de sus propias canciones. De Piaf la inspira cómo se pasea por los estados humanos: la desolación, la euforia, el romanticismo devoto, la miseria, la esperanza, lo sensual, el Carnaval. Cómo encuentra todo eso con la misma intensidad, y cómo logra situarse por sobre todo eso. “Edith Piaf entregó tanto amor en su voz que ese amor llega hasta hoy”, dice.

Para Juga, la música surge desde el silencio. “Es primordial. Por eso se da más bien cuando una está a solas, o caminando sin apuro, o en la naturaleza, o entre el sueño y la vigilia, ahí surgen melodías, letras. Llegan, y no es un proceso racional, no sabes aún si te gusta o no la idea musical. Luego viene el trabajo, pero primero hay que anotar, grabar la esencia, o agarrar un instrumento y desarrollar la idea porque, si no, ésta regresa a la tierra de las canciones no concebidas.”

La naturaleza de la Isla de Pascua imprimió en ella experiencias y sensaciones que convergieron en la posibilidad de registrar canciones en Rapa Nui. Fue en 2009 cuando compartió y profundizó en su cultura y su música. Vivió algo más de un año en la isla donde grabó su segundo disco, El orden de las cosas, y donde sintió, dice, una conexión muy cercana con la naturaleza. “La isla es fabulosa, y la energía de la naturaleza allá es tremenda, muy fuerte. Es volcánica, de vientos inmensurables, hay cerca de trescientas cavernas y novecientos moai repartidos, es una locura. Me sedujo el aislamiento, la vida a la orilla del mar, comiendo plátanos y pescado crudo. Me siento muy ligada a sus lugares y a su gente. Allí aprendí mucho de la vida, aprendí a tocar el ukelele, aprendí bastante de su lengua y canciones, grabé muchas canciones propias allá y sigo incorporando su lengua entre mis letras.”

Juga Di Piaf
15 y 22 de febrero en Velma Café, Gorriti 5520