Viernes, 14 de febrero de 2014 | Hoy
HOMENAJES > ANAHí GARNICA
Por Luciana Peker
Anahí Garnica sabía qué decir cuando le preguntaban qué quería ser de grande. Ella quería ser bombera. No era sólo una fantasía infantil por una misión de superhéroe con poderes para salvar gente y ayudar frente a catástrofes. Su papá, Raúl Garnica, usaba el agua como un arma bendita. El era bombero. Pero Anahí no podía soñar con heredar su oficio. O podía sólo eso: soñarlo. De chica, su deseo de futuro era imposible. No se admitían mujeres en el cuerpo de bomberos. Veintisiete años después, en cambio, Anahí fue la primera mujer en ingresar al Cuartel de Bomberos de la Policía Federal. Su acceso –o el de ella como símbolo de una apertura en un resabio masculino de fuerza y poder– tuvo que ver con una decisión política del Ministerio de Seguridad de la Nación, durante la gestión de Nilda Garré, que impartió una democratización en la igualdad de género dentro de las distintas fuerzas.
“Me gusta salvar vidas”, contó Anahí Garnica, en una nota que le realizó Página/12 el 17 de marzo de 2013. Sin dudas, la exaltación de la solidaridad profesional conmueve. Pero también horroriza que Anahí haya muerto en un incendio que no era previsto como difícil hasta que una pared de siete metros de altura se derrumbó sobre ella y otros ocho compañeros que fallecieron.
El secretario de Seguridad, Sergio Berni, no descarta que el fuego haya sido intencional. El 5 de febrero, cuando se desató el incendio, los elementos que debían apagar cualquier llama que amenazara la documentación resguardada –como rociadores– no funcionaron. La investigación judicial sigue su curso. Anahí no. “Mi hija era extraordinaria y sus esfuerzos en todo lo que encaraba se veían en cada resultado que obtenía” y “Sólo espero que haya sido feliz mientras estuvo con nosotros”, fueron las palabras que eligió su papá, para homenajearla como despedida, en el adiós a la primera mujer en poder decir hola –y no como una visita– en un cuartel de bomberos. Eso pasó en el 2003 cuando, a modo de prueba, la Policía Federal permitió el ingreso de mujeres. Ella ya se había recibido de maestra mayor de obras y estaba inscripta en la carrera de Ingeniería Civil en la Universidad Tecnológica Nacional, porque su sueño infantil no era una alternativa válida. Pero cuando se abrió la puerta no tuvo dudas en ingresar. Aunque fueran sólo cinco chicas en un aula poblada de veinte varones y su aspiración fuese un doble examen permanente. “No estaban seguros de que hubiera mujeres, pero querían probar”, recordó en la entrevista. Ella traspasó las dudas y fue la primera bombera en ingresar a un cuartel de la Policía Federal en 2006.
Tenía 20 años y las propias paredes le decían que ella era una excepción a la regla machista. “No había ni habitación ni baño para femeninos. Me designaron a la ‘habitación de alarma’, donde las mujeres atienden el teléfono. Ahí dormía los días de guardia. Al año siguiente me hicieron una habitación para dormir durante las noches de guardia”, rememoró. Hasta lograr una cama para las diez guardias de 24 horas por mes fue una victoria. No dejó su trabajo cuando se casó con otro bombero del cuartel de La Boca (con el que contó que eventualmente se encontraban en incendios en la Reserva Ecológica) ni cuando fue mamá. Llegó al cargo de subinspectora. “Me gusta salir a incendios, ayudar a la gente, salvar vidas, sus objetos, sus mascotas”, explicaba su pasión convertida en tarea diaria. Las razones de su muerte son todavía dudosas. Pero su pasión reveló su firmeza. Anahí logró abrir camino a la libertad de elegir de las mujeres, también, a salvar micromundos arrasados.
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