Viernes, 20 de junio de 2014 | Hoy
EL MEGAFONO
Por Mariana Gómez *
Antiguamente las mujeres indígenas del Chaco salían al monte a recolectar leña, agua, tintas para sus tejidos, plantas medicinales y frutos que maduraban entre noviembre y diciembre. Desde que los jesuitas arribaron a los bordes del Chaco, en el siglo XVII hasta entrado el siglo XX, hubo quienes vieron en las prácticas de recolectar y cargar pesados bultos un signo de bestialización femenina e interpretaron que las indígenas haciendo ese tipo de trabajos eran similares a unas bestias de carga. En verdad, se desconocía la importancia que el desarrollo de la fuerza y resistencia física tenía en estos grupos indígenas antiguamente cazadores, pescadores, recolectores y guerreros.
La muestra fotográfica Entre sendas y caminos: mujeres qom y su vínculo con el monte en el oeste formoseño intenta una aproximación fotodocumental al vínculo de las mujeres tobas o qomlaje con el monte en el oeste formoseño. Entre el 2003 y el 2005 trabajé en un proyecto orientado a fortalecer los derechos territoriales indígenas desarrollado por la ong Fungir.
En las comunidades del oeste formoseño a las mujeres que todavía hoy se vinculan con el monte se las llama guapas o uañagae, adjetivo que le hace honor a un tipo de mujer que algunas maduras y ancianas todavía encarnan. Cuando salen al monte cubren sus cabezas con pañuelos coloridos, se visten con ropas gastadas para defenderse de las espinas, empuñan sus machetes y llevan grandes bolsas de chaguar que, a su regreso, cargarán en sus frentes y espaldas. Cuando andan por el monte, si deciden conversar conjugan sus biografías familiares, la necesidad y la sabiduría del saber, buscar alimentos para sus familias y la posibilidad, entre temerosa y deseada, del encuentro con la alteridad del mundo que el monte esconde y revela si se lo sabe andar. Se cree que en contacto con el monte los cuerpos femeninos se vuelven fuertes y resistentes, pues aprenden a aguantar el cansancio, el calor, a cargar bultos pesados y a caminar kilómetros hasta encontrar los recursos deseados. Como suelen decir algunas: las generaciones más jóvenes no deben perder la costumbre ni olvidarse de los sabores que el monte puede brindar.
Los y las tobas (qom) del oeste poseen la propiedad comunitaria sobre un territorio de 35.000 hectáreas, a nombre de la Asociación de Comunidades Tobas Comlaje’pí Naleua, que representa una porción del antiguo territorio por el que nomadizaban sus antepasados. A partir de 1983 los tobas del oeste se organizaron para reivindicar sus derechos territoriales. Mediante una investigación participativa con Luis de la Cruz (integrante de Fungir) relevaron y mapearon más de cien topónimos que constatan la preexistencia toba en este territorio.
* Antropóloga UBA-Conicet.
La muestra fotográfica Entre sendas y caminos: mujeres qom y su vínculo con el monte en el oeste formoseño se exhibe, hasta el 30 de junio, en el Centro Cultural Tierra Violeta, en Tacuarí 538.
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