Viernes, 15 de agosto de 2014 | Hoy
EL MEGáFONO
Por Victoria Moyano *
El viernes pasado, mientras éramos parte de la manifestación en apoyo a los obreros de Lear, en Panamericana, un brutal operativo de la Gendarmería Nacional nos reprimió a Guillo Pistonesi, presidente del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH); Patricio del Corro, legislador electo del Frente de Izquierda de Trabajadores (FIT) por la Ciudad de Buenos Aires; María Chaves, docente y dirigente de Pan y Rosas y a mí, una de las 114 nietas restituidas por Abuelas de Plaza de Mayo, en el año 1987, y militante del CeProDH.
Nací en cautiverio en 1978, en el centro clandestino Pozo de Banfield, donde estuvieron detenidos mis padres Mary y Fredy. Con ocho horas de vida fui apropiada por el jefe de la Brigada de San Justo. Recuperé mi identidad a mis nueve años, gracias a la valentía de mi maestra Olga, de primer grado, que denunció en dictadura sus sospechas sobre mi origen, y a la búsqueda incansable de las Abuelas de Plaza de Mayo y del resto de los organismos y organizaciones que vienen luchando por el juicio y castigo a los culpables de los 30.000 desaparecidos y los 400 hermanos con la identidad fraguada que aún queda por encontrar.
La recuperación de mi identidad siempre la viví no sólo como un reencuentro con mis orígenes biológicos, o con un nuevo nombre, sino que también significó reencontrarme con mis padres: conociendo su lucha, lo que amaban y por qué vivían y por qué los asesinaron. Así pude recomponer esos lazos tan fuertes que la dictadura quiso pero no pudo destruir. El proceso implicó romper drásticamente con el famoso discurso militar de no darles los nietos a “esas viejas locas que habían criado subversivos para que no hicieran lo mismo con sus nietos”.
Es así como, desde mis nueve años, fui una niña militante del brazo de mi abuela, dando testimonio para encontrar a otros hermanos desaparecidos y, de adulta, continué mi militancia en un partido de izquierda, el PTS, y en el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos.
Convencida de que la lucha contra la impunidad y por el juicio y castigo a los responsables del genocidio va de la mano de la pelea cotidiana por que la clase trabajadora y el pueblo recuperen derechos avasallados y conquisten una sociedad sin explotación, me encuentro luchando junto a los trabajadores de Lear y ahora con los de la gráfica Donnelley, no sólo por todas sus libertades democráticas, también por un derecho fundamental, como es el de tener trabajo y que no queden familias en la calle.
Si la Gendarmería de (Sergio) Berni opina que con bastonazos, palos, gases y más represión, nos puede callar, digo que no lo van a lograr.
* Nieta recuperada por Abuelas de Plaza de Mayo e integrante del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH).
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