Viernes, 3 de octubre de 2014 | Hoy
ALBúMINA
Por Guadalupe Treibel
Mientras el proverbio persa reza que “la paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces”, el castellano resuelve: “Poquito a poco hila la vieja el copo”, dando por moralina las bondades de aguardar. Y sí que ha aguardado la artista documental Willeke Duijvekam (1968) para dar por finiquitado un proyecto personal madurado por la buena conciencia y la imperturbabilidad. Porque muchos años necesitó para cosechar una determinada serie fotográfica, su exposición itinerante y un –reciente– libro acorde, al igual que laureles varios como el World Press Photo Award. Bajo el nombre Mandy & Eva, la mentada seguidilla de imágenes captura la adolescencia toda de dos jovencitas transgénero que, nacidas niños, abrieron la ventana de su cotidiano durante más de seis años. Tiempo que la holandesa graduada de la Academia de Fotografía de Amsterdam dedicó a cimentar confianza y eternizar la sutileza del cambio y la intimidad.
“Para ir más allá de la superficie, W. D. se dedica a un tópico durante largo tiempo, tomando la emoción como guía”, explica la bio oficial de una Willeke “fascinada por la relación entre cuerpo y mente, y por la admiración que genera el coraje de aquellas teens que se niegan a que sus vidas sean regidas por las expectativas de la sociedad”. Para hacer patente el encanto –y el advenimiento en hermosas mujeres–, la artista sólo necesitó retratarlas en sus actividades diarias o, para el caso, absortas en sus propios pensamientos con el correr de los días. Llegando, incluso, al espacio sagrado de cualquier adolescente: sí, sí, el dormitorio. “La diversidad es lo que me atrae al momento de acercarme a las personas y, al mismo tiempo, reconocer las similitudes que todos compartimos”, remata una apacible Duijvekam.
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