Viernes, 31 de octubre de 2014 | Hoy
PERFILES > MARU BOTANA
Por Flor Monfort
Todavía retumban los ecos indignados de la distinción a Tinelli como Personalidad Destacada de la Cultura y llega Maru Botana con su mandíbula tonificada a mostrar quién la tiene más grande. La suya, que vino enmarcada y en versión extra large, destaca sus habilidades para “conciliar la maternidad y el trabajo” y la enaltece como ejemplo de las familias argentinas. En la foto (porque los hechos que no son viralizados en las redes sociales es como si no hubieran ocurrido) se la puede ver con sus siete hijxs rubixs, su marido Bernie (pronúnciese con acento british) y la ideóloga del ágape, la senadora Liliana Negre de Alonso. Sería un alivio pensar que nada de esto ocurrió a juzgar por su simbología, el peso de la madre con mayúscula corporizada en una mujer que hizo de su nombre una marca y de esa marca eso que relaja las mentes que se refrescan con la revista Hola fingiendo que viven en un país donde las fronteras las marca la avenida Quintana y el rosedal (¡ay! en esta época en que los jardines de Barrio Parque se llenan de rosales florecidos, ¡qué placer!).
Pero no. Negre de Alonso lo pensó bien: podría haber sido Valeria pero tiene algo de iceberg, podría haber sido Dolores pero es demasiado hippie, tal vez Delfina, pero anda por el mundo acompañando a su marido polista. En cambio Maru, con la experiencia de su hijo muerto, las manos en la masa de su noble profesión y esa pasión por dar a luz que la hizo expulsar ocho retoños (porque los tuvo casi todos por parto natural) la convierten en figura ideal para marcar esa silueta que Negre de Alonso tijeretea a golpes de voto y rosca desde su lugar en el Senado. Odia el matrimonio igualitario y la idea de que el aborto esté habilitado por una ley. Participó en la polémica modificación del artículo 19 del nuevo Código Civil para remarcar que la vida humana empieza en la concepción y ve en Maru ese brillo necesario para ponerles nombre y apellido a sus principios.
Maru ama las familias numerosas y se ríe cómplice cuando le preguntan por otro embarazo; “Bernie me mata”, desliza frunciendo la nariz como si eso que te hace reproducirte no fuera algo que Bernie puede controlar: un poroto más para esta mujer poderosa que además controla el esperma travieso de su semental. Ambas lloraron con la designación de Bergoglio al frente del papado y Maru además lo honró con una visita en su residencia y contó divertida que Pancho le bendijo hasta el celular. Bendiciones para todo lo que toca una representante tan fiel de la fe que profesa, fanática del campo, del mate y del dulce de leche, pero que no prueba bocado de las exuberantes tortas de su factoría, no vaya a ser que su figura se vuelva asimétrica, ella que tiene la gracia de no inmutarse con la gravidez. Además de emprendedora, empresaria exitosa, responde con onda la pregunta odiosa cada vez que se la formulan “¿cómo hacés para combinar maternidad y negocios?” y ella, que es tan generosa (madrina de la Maratón por la Salud y de la Fundación Conin, ¿cómo hace?), omite a esas otras mujeres que le van a colgar el cuadro del Senado, le van a bañar a los hijxs hasta que cumplan 18 y le van a amasar la masa de los ñoquis de cada 29 para que ella se luzca impecable en canal Gourmet con la enorme fuente capaz de alimentar a tantos hermosos herederos, defensores de los valores que valen, del mantra que le hace espejo a la Asignación Universal por Hijo: lo primero es la familia.
Hace unos años le confesó a un notero que cada vez que va al baño dice que va a Berazategui, perímetro cloacal del segundo cordón bonaerense. Allí tal vez residen algunas de las empleadas que forman la fortaleza capaz de contener tanta leche derramada (pensar cuántos litros consumen por semana los botanitos). ¿Acaso ellas no merecen más que nadie un homenaje por la paciencia y el aguante? Cuidan los rubios ajenos y los morochos propios, si es que los tienen, y guardan el secreto, junto a Maru, de tanta magia de la cocinera ilustre que todavía nos puede dar un futuro hombre de bien para la patria. Si Dios quiere.
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