Viernes, 19 de diciembre de 2014 | Hoy
INTOXICADA
Tres meses después del hallazgo del cuerpo de Melina Romero, la adolescente cuyo último paradero conocido antes de ser violada y asesinada fue el boliche Chankanab, de San Martín, la espectacularización del caso derrapó en una invisibilidad grosera. En buena parte por el tratamiento irresponsable de los medios pero también porque, a la hora del rating, la balanza prefiere inclinarse por las innumerables miserias exquisitas del Bailando 2014.
Por Roxana Sandá
Días de zapping. Un alacrán picó a una nena en el conurbano. Panam intenta que un grupo de boyscouts se enganche al menos un ratito con una de sus canciones. El pacto Redrado-Salazar y la abogada Ana Rosenfeld, el terror de los maridos, hablando con Rial de “diez lucas verdes”, como gusta decir al conductor. Y Showmatch. Nadie pronuncia otra palabra. La final del Bailando 2014 que llena el aire, las redacciones de papel y digitales, la tele abierta, la cerrada, las voces de la calle, el cholulismo de pasillo. Todo acolchonado en este airbag que se infla hace ocho años para mantenernos atascadxs frente al televisor porque es brava la colisión noche a noche. Promesa cumplida. Ni llama la atención Rodríguez Larreta con Fantino en el mostrador de las entrevistas, rellenándose las grietas al lado de la imagen de San Expedito. Pero menos, mucho menos, los tres meses cumplidos del hallazgo de Melina Romero, la adolescente violada, asesinada y arrojada en un predio del Ceamse, en José León Suárez. Es de manual que las agendas hegemónicas publicarán algo un día antes, alguna actualización durante, un rulo de cierre después. Claro que a la distancia el contraste es fuerte. Desde su desaparición, el 23 de agosto, a la salida del Chankanab, un boliche de San Martín, no hubo Showmatch ni Bailando ni entretenimientos del tipo “escalones para llegar a Sofovich” o los “corré y te ganás electrodomésticos”, que superaran el morbo de una cobertura con el dedo siempre en el gatillo. Como sucedió con Angeles Rawson o con Candela Rodríguez, la mayoría de los medios optaron por desvincularse de una interpretación responsable del femicidio para cambiar con ojo empresario un reality por otro. Ahí radica(ba) el negocio, el rating, las horas pico, el prime time, la cara de espanto de Mirtha, el tono condenatorio de Santo, los espasmos de Feinmann, los brazos en jarro de Pamela, las teorías delirantes de Mercedes Ninci a ver si con lo de Melina podía engrampar a algún “k”, no importaba cuál.
Durante un mes, a MR la resucitaron para volver a violarla y asesinarla una y otra vez. Se había creado un Gran Hermano que deglutió lo que quedaba del cuerpo de una adolescente de 17 años. Se elevaron por las nubes picos de rating construidos sobre una bosta condenatoria que delataba apreciaciones clasistas y sexistas de opinólogos berretas. Inundaron las pantallas de violencia mediática y simbólica. “Qué hace a esas horas”, “Se va de la casa y no aparece por días”, “Tiene varios perfiles de fb”, “Se emborracha y se droga”, “Usa ropa provocativa”. La caracterizaron con saña desde la inconducta, como publicó Clarín el 13 de septiembre: “Una fanática de los boliches que abandonó la secundaria”. O como editó 70.20. Hoy, el envío de Samuel “Chiche” Gelblung, sobre las “potenciales Melinas” y su zócalo “La noche de las Melinas. Ninguna le teme al alcohol y la noche”. Fueron construyendo un relato donde se corrió el eje de la víctima para trasladarlo a los comportamientos de las adolescentes que concurren a boliches. Un informe del Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión, describe que “‘Las Melinas’ constituye el modo elegido para nombrar a estas jóvenes, prenunciando el desenlace merecido al que deberá atenerse toda jovencita que no responda a la conducta socialmente esperable para una ‘niña decente’ de clase media. ‘Potenciales Melinas’ funciona como advertencia con carácter disciplinador hacia las jóvenes, habilitando paralelamente a los varones a ejercer violencia sobre ellas”.
El juez de Garantías de San Martín, Mariano Porto, dictó la prisión preventiva del pai César Sánchez por considerar que participó del femicidio, como ya se hizo con otros tres detenidos en el marco de la causa, dos mayores y un menor a los que se acusa de “homicidio criminis causa agravado por el concurso premeditado de dos o más personas, agravado por femicidio en concurso real y abuso sexual agravado”. El caso dejó de interesar pese a la relevancia del dictamen. Ni siquiera intrigó la ruta del cuerpo, el tiempo transcurrido desde la muerte de Melina hasta que se deshicieron del cadáver en el descampado de José León Suárez. El hecho más que llamativo de una violación posterior en Chankanab tampoco despertó la atención mediática. Parecen no inquietar las condiciones de seguridad en que se encuentra Melody, la principal testigo del caso, ni qué situación atraviesa la familia de Melina, sobre la que también recayeron cuestionamientos irresponsables. Hoy son preguntas que “no garpan”, como quien dice. Y de última, se dejó picando un discurso disciplinador hacia las mujeres, “que habilita a los hombres a ejercer violencia contra aquellas que desobedezcan los mandatos patriarcales”, señala el informe del Observatorio. Si se permite una digresión, no es el árbol, es la basura la que no deja ver el bosque.
Ah, Giannina Maradona quiere conocer a Jana, su nueva hermana. Hay que optimizar la saliva del chicle: las repercusiones del Bailando y el llanto de Marcelo seguirán repiqueteando cerebros por un tiempo más. Eso sí, Wanda Nara le festejó el cumpleaños al nene y todavía late el encuentro Susana-Violetta. Lástima que le robaran la agenda a Ventura.
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