Viernes, 19 de diciembre de 2014 | Hoy
EL MEGáFONO
Por Yalta Eskin *
En el año 2001 comenzó a desarrollarse un poderoso contramovimiento social (backlash) en respuesta a la creciente visibilización del abuso sexual infantil (ASI) que se venía dando hacía dos décadas. Su objetivo fue frenar el avance de la detección de casos de ASI en las clases medias y altas a través de su invisibilización en las clases populares y del debilitamiento de toda la red pública de protección de la niñez.
Con ese objetivo, grupos organizados de padres alejados de sus hijos por la Justicia han amenazado, desprestigiado, demandado e incluso atacado violentamente a abogados, psicólogos y médicos involucrados en la defensa de niños y niñas en los tribunales. También se vieron afectados periodistas y docentes, pero de manera más indirecta y por eso menos visible, que provocó, a lo largo del tiempo, una poderosa intimidación hacia ellos y su entorno laboral, y creó obstáculos para sus intervenciones o denuncias.
Luego de una década fue posible constatar el exitoso accionar de este backlash mediante una investigación entre docentes de los tres primeros niveles de la educación pública de la Ciudad de Buenos Aires. El 65 por ciento de los integrantes de la muestra manifestó haber escuchado el mito sobre el aumento de denuncias hacia docentes; el 30 por ciento afirmó que las autoridades escolares les hacían tomar medidas para evitarlas, a pesar de que no existe ninguna normativa al respecto emanada del Ministerio de Educación y el 72,5 por ciento manifestó tomar medidas preventivas que, según consideraban, podrían evitar que se los acusara falsamente, por ejemplo: no quedarse a solas con alumnos de ambos géneros, evitar tocarlos, no cambiarles la ropa a niños de nivel inicial, o entrar a los baños de los alumnos, entre otras.
Al evaluar estos resultados, debemos tener en cuenta que las estadísticas nacionales e internacionales indican que el ASI en su mayoría es intrafamiliar, ocurre en el hogar y, en el 90 por ciento de los casos, es perpetrado por varones; que la incidencia estadística de mujeres denunciadas es bajísima y que las mujeres conforman el 80 por ciento del plantel docente; que ninguna de las medidas mencionadas previenen o conducen al ASI, que surgen del backlash y no tienen asidero, y, también, que la dinámica del backlash busca invertir el sentido de la conducta abusiva, atribuyéndosela a quienes están en posición de denunciar y proteger, en este caso las/los docentes.
La única manera de desarmar el backlash entre docentes es dándolo a conocer a través de su capacitación en Educación Sexual Integral, la cual les permitiría recuperar el privilegiado lugar de detección del ASI que poseen, y les serviría de guía para mejorar las intervenciones y derivaciones de los casos que surgen en la escuela.
* Docente, especialista superior en Educación sexual y alumna del Programa de Actualización “Abordaje Interdisciplinario del Maltrato Infantil y la Violencia Familiar e Institucional” en la UBA.
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