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Viernes, 19 de diciembre de 2014

COSAS VEREDES

En tu cara

Desde el 1º de diciembre, las películas XXX producidas en Gran Bretaña tendrán que ceñirse a una serie de prohibiciones que afectan especialmente al porno feminista y otras prácticas que se escapan del imaginario hétero convencional. Pero no será tan fácil aplicar la censura: si las chicas no pueden sentarse en la cara de otra persona o eyacular en cámara, pues lo harán protestando, en plena calle.

 Por Guadalupe Treibel

Como si se tratase de las 10 grandes plagas bíblicas sobre Egipto –pero sin ranas, piojos o langostas–, una serie de numerosas prácticas sexuales fue recientemente prohibida en la industria pornográfica de Gran Bretaña. Desde el pasado 1º de diciembre, las nalgadas fuertes, la utilización de látigos o fustas, la penetración pergeñada con “cualquier objeto asociado a la violencia” (sic), las puteadas consensuadas, “la lluvia dorada” (urolagnia), el fisting (puño en culete) y el facesitting (sentarse amorosamente en la cara de alguien más) son terminantemente inaceptables para los videos web triple equis producidos en UK. También “el sexo oral practicado sobre una mujer con las vías de aire obstruidas” (a lo que la revista Bustle responde: “Los genitales masculinos no son exactamente un ventilador, ¿vale?”). O bien –y aquí es donde el British Board of Film Classification (BBFC) se supera a sí mismo– la eyaculación femenina. Al parecer, que los machotes se corran está ok; en cambio, que la mujer domine el arte del squirting es moralmente ofensivo y pone en riesgo el bienestar mental de los menores. Ajá.

“La lista final constituye alrededor del 10 por ciento de los fetiches mundiales”, se angustian algunos periodistas, claramente críticos, para luego lanzarse de lleno en el verdadero meollo de la batahola: que además de restringir el sexo no mainstream, las medidas son lisa y llanamente sexistas y, a cantar de la directora Pandora Blake, del sitio Dreams of Spanking, “no permiten ninguna de las formas de deseo femenino”. “Estamos ante una grave y flagrante violación de las leyes de igualdad de la Unión Europea”, agregó la doña. Y luego: “La conformidad que impone es el peor modelo de porno. La prohibición tiene un target específico, asociado al porno feminista y de fetiche”. Cortito y al pie: “Tolera la degradación, siempre y cuando le suceda a la mujer” (Zoe Williams, columnista de The Guardian, dixit).

Para la dominatrix, artista y activista bilbaína Itziar Urrutia, con sede en Londres, creadora de Urban Chick Supremacy Cell (sitio de clips “inspirados en Valerie Solanas” por suscripción), se trata de discriminación al género y a las prácticas minoritarias; un atentado a la balanza, una manera de ordenar que “¡la caótica y demoníaca sexualidad femenina ha de ser suprimida a toda costa!”. Es su opinión que, detrás de la medida, se esconde “la censura general a los contenidos en Internet”: “empiezan por aquí, porque da votos apelar a la protección de los niños. Pero no se puede esperar que el Estado haga de niñera. En porno es como un canario en una mina de carbón”. “Además, ¿qué es lo tan peligroso de hacer facesitting? Es una actividad inofensiva que muchas practicamos con la ropa puesta. Su poder es simbólico: las mujeres arriba, inalcanzables”, sumó a la ecuación.

Jerry Barnett, de la organización anticensura Sex & Censorship, no sólo comulga, también agrega que los mentores del asunto “son los mismos que han luchado sin denuedo por evitar que los británicos vean pornografía”. De ser ésa la intención, considerando lo florecida que está la industria en Inglaterra y que, según recientes datos, uno de seis estudiantes ve porno en las mismas instalaciones escolares, les queda un largo camino por andar...

Por supuesto, además de la consternación del grueso de los medios (y de actrices, actores, directores, productores XXX), tampoco faltó la reacción de civiles anónimos en redes sociales. A través del hashtag Things Now Banned in UK (“Cosas que ahora están negadas en UK”), la viralidad tomó formas diversas: bronca, confusión y chistes, todo junto y revuelto tras una duda capital: “¿Acaso se ha inaugurado una nueva moral victoriana?” Incluso una desarrollista, Jennifer McEwen, de la firma de software MiKandi, aprovechó su habilidad para expresarse sobre el tópico y creó Squirt Alert, un juego Android donde una mujer eyacula sobre jueces y abogados bajo la premisa de “salvar el mundo” y “pelear para acabar con la locura”.

Por lo demás, la primera acción: una manifestación realizada frente al Palacio de Westminster –el Parlamento– el pasado viernes con un slogan, por lo menos, inspirado: “Si está permitido hacerlo en casa, ¿por qué no verlo en Internet?”. Acompañada por decenas y decenas de trabajadores de sexo y otros entusiastas espontáneos, la activista y (también) dominatrix Charlotte Rose –una de las organizadoras– destacó que es un problema grave por partida doble: sexismo y censura. “Lo que el gobierno está haciendo es sacarnos nuestras libertades personales sin pedirnos permiso”, dijo quien amenizó la velada cantando “Sit on my Face”, de la troupe cómica Monty Python. Y quien llamó a los presentes a sumarse a la actividad central de la jornada: mujeres sentadas sobre el rostro de muchachos, en claro el gesto de protesta. ¿Lo más increíble? Nadie murió de asfixia... ¿Quién lo hubiera dicho?

A tal punto la controversia que incluso el viceprimer ministro y líder del Partido Liberal Demócrata, Nick Clegg, se refirió al tema, instando a los políticos británicos a “no meter sus narices en el dormitorio de la gente”, afirmando que las nuevas regulaciones iban demasiado lejos y que además no eran “adecuadamente equilibradas”. En conferencia de prensa, explicó: “No es nuestro papel echar juicio moral sobre la intimidad de las personas. Sí lo es asegurar que, en una sociedad libre, tengan la posibilidad de llevar adelante actividades que otros consideren exóticas o, para el caso, a las que no adscriban. Me parece una afirmación liberal clásica”. Para dar más argumentos y evidenciar la doble moral, bien podría haber citado a don Georges Bataille –o Lord Auch, a elección–, quien para el ensayo El erotismo, sostén de la moral, anotaba: “El erotismo es la ratonera donde el más prudente se deja atrapar. Quien piensa que está afuera, como si la trampa no le concerniera, desconoce el fundamento de esa vida que lo anima hasta en la muerte”. Hasta en la pequeña muerte, claro está.

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