Me saca de quicio. Y no confundo la caballerosidad con el machismo, porque me siento respetada y halagada con gestos y actitudes cariñosas de parte de un hombre. Ahora bien, realmente me indignan las premisas y prejuicios de género que todavía existen. No tengo ninguna pretensión de ser “igual” a un hombre, ni lo quiero. ¡Me encanta ser mujer! Y considero ofensiva la falta de respeto y la torpeza en lo que atañe a las singularidades femeninas. Nuestra sociedad tiende a atribuir y a valorar ciertas características como exclusivas de los hombres: la fuerza, la racionalidad y el liderazgo. Sin embargo, atribuye características peyorativas a las mujeres como, por ejemplo, la fragilidad, la irracionalidad y la sumisión. Siento que si hombres y mujeres no compararan y atribuyeran tales valores de forma tan limitada y prejuiciosa, tendríamos relaciones más equilibradas al incentivar la existencia de hombres sensibles, de mujeres líderes: seres más singulares y menos reprimidos. ¿Por qué no? ¡A la hoguera el machismo y sus prejuicios!
* Cantante y compositora carioca, www.claravalente.com.br