Viernes, 16 de enero de 2015 | Hoy
RESCATES
Kwan SiewWah
Por Marisa Avigliano
Occidente la llama Brigitte, el nombre no es el único cambio en la biografía a medias, los detalles de la heroicidad usufructúan arquitecturas de otras cunas y arman una vida para contar la historia de los pies liberados. Kwan SiewWah nació en Guangzhou (Cantón), en el sur de China. La hija de la aristocracia manchú, fundadora de la dinastía Qing, empujaba un árbol genealógico con antepasados célebres cercanos a Kang Youwei con quienes aprendió a leer –una extravagancia siendo mujer– a Confucio. Pero la singularidad que hizo célebre a la hidalga china no estaba en las razones de su educación sino en sus pies descalzos. El origen del pie atrofiado por las ataduras de las vendas es controvertido, la tradición dice que la práctica nació por envidia (las mujeres de la corte imperial del siglo X querían tener el pie de una de las bailarinas de moda) y que después la costumbre se extendió a ciudades y pueblos de todo el país. Una versión un poco más académica cuenta que el pie pequeño aparece en la noción china de la belleza mucho antes del siglo X y que fue celebrada para evitar que las concubinas escaparan del harén. La castración –los eunucos la evocan– al servicio del imperio. Olor a podrido, necrosis, amputaciones y a veces también la muerte fueron indispensables para cumplir con el obligado tratamiento de belleza y ritual sexual al que sometían a todas las mujeres desde los seis años. Bueno, a todas no, las aristócratas manchú del siglo XX como Kwan SiewWah nunca vendaron sus pies.
El poder que ejercían en la sociedad las embellecía, protegiéndolas de la cirugía estética atroz. En la vereda de enfrente, las campesinas tampoco los llevaban vendados, pero no porque la estirpe las librara del bestial martirio sino porque las necesitaban de sol a sol y con pies fuertes. En la China actual casi un millón de mujeres han experimentado el dolor de las vendas y algunas ancianas aún usan zapatos de tela como los que fabricaba el mitológico zapatero de Shanghai. Pero volvamos a Kwan SiewWah, o Brigitte Kwan como la conocen los foros, para contar que fueron esos pies diminutos atrofiados en la miniatura y escondidos en zapatos de tela los que la hicieron famosa. La historia cuenta que durante una inundación en Nanhai las mujeres morían ahogadas porque no podían escapar. ¿Cómo iban a correr con esos pies menguados? Las ataduras no las habían convertido en sirenas y apenas podían mover su cuerpo entre las olas del despojo. La hidalga china se sumergió entre los restos y las salvó de la asfixia caldosa dejándolas sobre los techos. Las mujeres de pies diminutos se secaban al sol como piezas de museo. La escena húmeda le dio a Occidente la posibilidad de bautizar a la nadadora de pies grandes, ahora la noble Brigitte Kwan era la primera feminista china y una impulsora del cambio. Cuando cayó el Imperio y llegó la Segunda Guerra vivió en la clandestinidad, tuvo hijos y vio morir a uno lejos de su tierra. Ella también murió lejos. En el eco de la leyenda Kwan se escuchan voces de nietas: “Mi abuela decía que una muchacha con siete centímetros y medio de suela y una cara fea tenía mejor oportunidad en el mercado matrimonial que una bonita con pies de trece centímetros”, “mi abuela nació en el campo cerca de Tianjin en 1912 y a los seis años ya los tenía atados, hace poco nos confesó que los desenvolvía en secreto cuando se metía en la cama”.
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