Viernes, 30 de enero de 2015 | Hoy
PERFILES > SANDRA ARROYO SALGADO
Por Sonia Tessa
Sandra Elizabeth Arroyo Salgado recibió en Europa la noticia sobre la muerte de su ex esposo, Alberto Nisman, el padre de sus dos hijas de 15 y 7 años y el hombre al que siempre se asocia su nombre, aunque estuvieran separados desde hace tres años. De viaje con las niñas, volvieron de inmediato. La jueza federal de San Isidro refutó la teoría del suicidio enseguida y se presentó como querellante, en representación de sus hijas. Llegó a la Fiscalía Federal Nº 45 para tomar las riendas judiciales (de los deudos) en la causa por el muerto más inquietante de los últimos años y desde el primer día se la pasó revisando y tomando copias del expediente.
“Brava, brava”, la definen quienes la conocen. Esta magistrada, de 45 años, tuvo en sus manos fierros calientes como la denuncia por la sustracción de identidad de los hijos de Ernestina Herrera de Noble. Esa fue una prueba de su carácter: ordenó la extracción compulsiva de material genético para el ADN que –luego de años de idas y vueltas– finalmente comprobó que Marcela y Felipe no eran hijos de ninguno de los desaparecidos cuyas familias habían dejado muestras de sangre en el Banco Nacional de Datos Genéticos.
Más de una vez la tildaron de kirchnerista, al menos hasta ahora. Mientras tanto, las causas calientes se suceden sin tregua en el Juzgado de San Isidro: el último día del año pasado, la jueza había ordenado el allanamiento de la Fiscalía General de esa ciudad, a cargo de Julio Alberto Novo, por pedido del fiscal federal Fernando Domínguez, que en su dictamen establecía relaciones de Novo con los crímenes narco más resonantes de los últimos años, como informó Horacio Verbitsky en la edición del 11 de enero pasado en este diario. Justamente, dos de esas causas, la de Unicenter de Martínez y la del triple crimen de General Rodríguez, estuvieron a cargo de Arroyo Salgado.
Que el trabajo es prioridad en la vida de Arroyo Salgado es sabido, tanto como sus estrechos vínculos con el (ex)espía más famoso de la Argentina, Antonio “Jaime” Stiuso, el hombre vinculado con la CIA y el Mossad, principal fuente de información de su ex marido en la causa AMIA. Ella sabrá cuánto y cómo intercambió con Stiuso.
Ahora, resulta que era un secreto a voces la influencia de la Secretaría de Inteligencia sobre magistrados federales que, se supone, actúan en órbitas diferentes. “Es una jueza de los servicios”, dicen sobre Arroyo Salgado los más cercanos a esos entramados de poder que funcionan como un reloj hasta que una conmoción los revela y los pone en entredicho.
Si bien ha sido jueza de casos muy mediáticos, la exposición pública no la desvela. En las entrevistas, siempre se atiene a la letra de la ley. Nada de frivolidad. Eso sí, sin perder la elegancia jamás, como puede verse cada vez: siempre de punta en blanco, traje sastre, cartera, zapatos, todo al tono.
¿Arroyo Salgado discutió con su ex por la intempestiva vuelta a la Argentina, como trascendió en los medios apenas empezó a actuar como querellante sin que ella nunca lo desmintiera? ¿O es como dijo el miércoles la fiscal Viviana Fein que la disputa fue por problemas familiares? ¿Se puede pensar que Arroyo Salgado no sabía para cuándo tenía marcada la vuelta su ex marido? La jueza no tiene un pelo de ingenua. Su trabajo le impide ser naif. Si hubo amenazas nuevas hacia su esposo, seguramente lo sabrá, tratándose además de la seguridad de las hijas en común. Si está negociando qué y cómo decirlo, si está evaluando las garantías para hacerlo, se verá en sus próximos pasos. Como jueza federal conoce bien a las fuerzas de seguridad y tendrá un panorama completo de qué, cómo y cuánto está en juego. Ella ya desmintió la teoría del suicidio públicamente. Falta que muestre sus fichas –al menos, en el expediente– para probar qué ocurrió en el piso 13 de la torre Le Parc ese domingo 18 de enero.
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