Viernes, 17 de abril de 2015 | Hoy
COSAS VEREDES
El alcalde de la ciudad de Boston, en Estados Unidos, declaró que el 9 de abril es el Día Riot Grrrl, fecha que festeja el movimiento liderado por la música Kathleen Hanna y que promueve que más y más niñas hagan ruido.
Han pasado casi 25 años desde que las riot grrrls –Kathleen Hanna y sus true punk rock soul crusaders– publicasen el histórico manifiesto que, vía fanzine, instaba a partirle la madre al patriarcado, motivadas por un lógico “enojo contra una sociedad que perpetúa la idea de que chica = estúpida, chica = malvada, chica = débil”. Motivadas también por la auténtica convicción de que crear propios modos de expresión, dar por tierra estándares impuestos y desjerarquizar las maneras de ser y hacer (música, amigas, colectivo) podía cambiar el mundo. En cierto modo, lo hicieron, inspirando a cantidad de purretas que devinieron artistas, performers o activistas de armas tomar –Beth Ditto y las Pussy Riot, entre ellas–. Sólo por ello, hay motivo para festejar(las; a ellas, al movimiento). Y, hete aquí la novedad, también hay una fecha para hacerlo. Porque, desde la semana pasada, la ciudad de Boston, en Massachusetts, Estados Unidos, ha declarado al 9 de abril el Día Riot Grrrl (en english, Riot Grrrl Day), fecha patria favorita para quienes gusten de mosh pits y punk rock feminista. Fuck, yeah.
Para colmo de bienes, el hecho viene acompañado de una proclama –firmada/autorizada/pergeñada por el alcalde de la urbe, Martin J. Walsh–, que inteligentemente parafrasea al citado manifiesto. Y enlista las diez razones por las que la celebración no sólo busca enaltecer la filosofía de aquella escena hardcore underground de Olympia que, tanto en algunas de sus canciones como en discusiones, textos o reuniones, debatía sobre empoderamiento, acción colectiva, DIY, sexualidad, abuso, anticorporativismo..., se liaba a través de sus bandas (Bikini Kill, Huggy Bear, SleaterKinney, Bratmobile, Calamity Jane, Team Dresch, Heavens to Betsy, entre ellas) y se manifestaba vía música, zines o graffiteadas del tipo “George Stay Out of My Bush”, sabiendo que hacer chirriar una guitarra era más que diversión: era liberación. Pues, no, la celebración busca además –y muy especialmente– celebrar a su mentora, Kathleen Hanna. El ícono contracultural de los ‘90, la fundadora de bandas con peso específico –Bikini Kill, Le Tigre y recientemente The Julie Ruin–, la militante aguerrida, la pionera cultural, la –como dicen algunos– “conquistadora que no para de patear traseros”. Qué va, ni la enfermedad de Lyme pudo con quien, en sus años mozos, garabateó en una pared de la habitación de Kurt Cobain “Kurt smells like Teen Spirit”, inspirando el título del tema cumbre de Nirvana un año antes de su lanzamiento. Alguien que, por otra parte y como dato de color, lleva añísimos en pareja con el Beastie Boy Adam Horovitz (desde 2006, casadxs).
Volviendo a la decena de motivos que el señor Walsh anotó cuidadosamente, amén de “promover el valor de la cultura riot grrrl, e inspirar a niñas de todas partes a sacudir el status quo y crear”, voilà las causas más sentidas: “Porque las riot grrrls se alzaron a comienzos de los ‘90 como una ola formidable –la tercera ola, de hecho– con una bota de combate sobre los hombros de Patti y Siouxsie, otra sobre los hombres de Gloria y Angela”. “Porque las chicas todavía ansían arte y discos y libros y fanzines que les hablen a ellas, y merecen sentirse incluidas.” “Porque su filosofía nunca ha sentido más relevante, con la misoginia endémica perseverando en ciertas esferas culturales.” “Porque un vinilo de 10 dólares de Bikini Kill no cuesta $7,70, y una mujer no debería ganar 23 por ciento menos que un hombre.” “Porque las riot grrrls redefinen el lenguaje usado en contra suyo y continúan peleando contra las nuevas encarnaduras del patriarcado.” “Porque nuestras jóvenes no puede convertirse en algo que no pueden ver. Las chicas necesitan ver a otras chicas levantando palillos, bajos y micrófonos; levantando pinceles y birones, contando sus historias. En voz alta.” Y finalmente: “Porque la nueva Kathleen Hanna puede ser una niña en su cuarto de Boston, creando arte feminista por su cuenta, temerosa de no tener una comunidad donde pertenecer”.
En cierto modo, no es el primer homenaje que la cantante recibe en vida. El documental The Punk Singer, de Sini Anderson, estrenado en Argentina en la edición 2014 del Bafici, también celebra su historia y su obra, incluyendo las loas –por su tenacidad y coraje– de otras (míticas) colegas como Joan Jett y Kim Gordon. Según ella misma relata en variopintas interviús, sólo aceptó que se hiciera tal film porque “pensaba que estaba muriendo y buscaba un cierre”. Además, solicitó que la cantidad de varones entrevistados fuera la mínima indispensable, porque –en sus palabras– “quería que las mujeres fueran las expertas”: “Simplemente no me interesaba que hubiesen autoridades masculinas diciéndole a la gente lo que es la buena música; no quería que fueran los hombres quienes me validasen”. “¿Sos consciente que sos un icono?”, le preguntó un periodista de The Guardian recientemente. Y ella: “No, no, para nada. No me siento así; en todo caso, soy una suerte de trabajadora social que canta o una persona con un batifondo extraño. Soy como la Forrest Gump del indie rock”. Pues, a Forrest le encanta que cada vez más cantantes se autodefinan feministas; echa alabanzas a Miley Cirus, Beyoncé y Taylor Swift, y considera que el gran desafío del feminismo hoy es la pobreza (“Si estás ocupada poniendo comida en el plato, no participás de la discusión”).
Por lo demás, tal y como anota Marisa Meltzer en su libro Girl Power: the nineties revolution in music, “las riot grrrls enviaron las ondas necesarias a todos los estilos de los ‘90. Transformaron tanto el discurso feminista como la cultura pop. Fueron el catalizador que convirtió a muchas mujeres en creadoras. Desde las Spice Girls a Miley Cyrus ahondando en la amistad hasta Beth Ditto criticando al patriarcado. Las chicas pasaron a la primera línea cultural como nunca antes lo habían hecho, con la posibilidad de identificarse con Courtney Love o Avril Lavigne, Liz Phair o Britney Spears (...) Este es el verdadero legado del girl power”. Por lo demás (bis), está la respuesta de Hanna cuando chicas jovencitas le escriben diciéndole que quieren revivir el movimiento y ella, sin más, responde: “No lo revivan. Hagan algo mejor”. Parafraseando a The New Yorker, ni siquiera tienen que ser canciones...
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