Viernes, 21 de agosto de 2015 | Hoy
ARTE
Ante los dispositivos establecidos y consagrados, Dolores Cáceres ensaya una máquina de guerra, fallida para algunxs, altamente simbólica para otrxs; jamás eficiente o concesiva en la demanda de obra, tan radical como potente.
Por Daniel Gigena
El trabajo artístico de Dolores Cáceres, desde hace un tiempo identificado con performances y el uso de carteles, se caracteriza por intervenir espacios públicos luego de una investigación acerca de la historia y el contexto social del ámbito elegido. Eso ocurrió cuando, en 1999, modificó con neones las paredes de los túneles de la Línea C del subterráneo porteño y la fachada del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires o con el archivo que inició en 2001, llamado Dolores de Argentina, y que traspuso a un gigantesco vestido de luto confeccionado con el detalle de las crisis y los momentos traumáticos de la historia nacional desde la fecha de nacimiento de la artista. Esa obra desfiló en la III Bienal del Mercosur en 2001 y luego en otra versión ampliada en la Bienal de La Habana en 2006. A esa ciudad Cáceres llevó el año pasado su producción anterior, No vendo nada. “No vendo moral, ni arte, ni mujeres, ni prestigio, ni política...”, recapitula la artista cordobesa esa experiencia. En 2008, durante el enfrentamiento del gobierno nacional con sectores del campo, para su proyecto Qué soy utilizó los jardines del frente del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa para sembrar soja, lo que provocó disrupciones en la capital de la provincia, algunas de ellas divertidas (como cuando Alfredo De Angeli, más rápido que la luz, se ofreció a cosechar los porotos). Otras fueron registradas por Cáceres en un video de veintidós minutos (Sobreentendidos) con entrevistas a los taxistas de la ciudad.
Para su nueva muestra, #SinLimite567?, la artista recupera el espacio de tres salas relativamente nuevas del Caraffa (la 5, la 6 y la 7); en total, unos 450 metros cuadrados y 125 metros de muros blancos sin obras. Sin embargo, el vacío manifiesto puede enmascarar otras operaciones estéticas. Puesta en abismo y la vez paradoja institucional, el proyecto de Cáceres, definido por la inacción de la artista en ceder a la demanda de obra, provocó revuelo en una ciudad que, curiosamente, aún no cuenta con un museo de arte contemporáneo. “Es curioso que Córdoba no haya dado ningún nombre importante al arte conceptual”, comenta Cáceres, que intuye que la ausencia de límites de su proyecto reverbera en los repliegues de los dispositivos de formación de artistas y de exposición, reacios a la experimentación.
Así como en otros proyectos Cáceres utilizó las herramientas del video, el blog y la serie fotográfica (en CUCU, se registró la acción en la que ella, vestida de cazadora y con el apoyo de la Brigada de Explosivos de su provincia, le disparaba al pájaro cucú de Villa Carlos Paz mientras se emitía una canción de amor entre especies), en #SinLimite567?? el prefijo del numeral alude a los hashtags o temas de interés en las redes sociales y la cifra, al nombre de un programa televisivo que escolta al gobierno nacional. En su “trabajo de sitio y tiempo específico” –como bien adapta la artista la expresión alienada de sitespecific– desmonta la historia de la ampliación de las salas del Caraffa y actúa sobre las expectativas de espectadores, artistas e intelectuales locales. Con ayuda del arquitecto Guillermo Mendoza y la asistencia de Georgina Valdez, Cáceres restituyó al museo provincial las salas sin tabiques ni paneles divisorios, quitó restos de muestras anteriores que, como capas, se habían superpuesto con el paso de los años y modificó la iluminación por completo con una luz envolvente, casi espectral. Cuatro bancos pintados de blanco en la sala 5, que antes de la ampliación era una cancha de básquet; y otros dos en cada una de las salas más chicas puntúan el vacío circundante. Los carteles informan, a la manera de un prospecto farmacéutico, las medidas y el volumen de cada sala, abiertas a la imaginación ilimitada a partir del grado cero del espacio de exposición.
Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa, Av. Poeta Lugones 411, Córdoba, de martes a domingos de 10 a 20. Hasta el 10 de septiembre.
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