Viernes, 21 de agosto de 2015 | Hoy
CINE
En Dos días, una noche, los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne retratan el impulso de una mujer para salir de la depresión y dan cuenta del drama del desempleo en Europa.
Por Silvina Herrera
Sandra está saliendo de a poco de una depresión, su frágil mundo interior depende de su fortaleza y de la presión externa, que se vuelve el eje que atraviesa su estado de ánimo, un péndulo circular inmóvil siempre a punto de caer. Sandra llora por todo, se tira en la cama, se abandona, pero el impulso vital la mantiene con un resto de fuerza que le permite activar para que su vida no sea un juego de escenas manejadas por otrxs, en las que ella no puede intervenir, ni decidir, ni sentirse parte.
La nueva película de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne se detiene en la interioridad de esta mujer interpretada maravillosamente por Marion Cotillard, pero también da cuenta de una situación social que se prolonga en Bélgica y en toda Europa: el drama del desempleo, la precarización y la informalidad laboral. Dos días, una noche (Deux jours, une nuit en francés) es una película que retrata con sutileza el sentir individual ante una problemática que se multiplica y afecta, de distintos modos, a sectores de la población ubicados por todo el mundo, por eso se transforma en un cuadro universal de época. Hay rasgos característicos del país, y de esa sociedad particular, como los lazos entre lxs compañerxs, el modo de tratarse desde lo familiar, los prejuicios y la forma de vida de una clase social determinada, que no llega a ser una clase media, es una especie de clase obrera con posibilidades de bienestar, que no tiene un símil idéntico en países como Argentina, pero a pesar de eso la identificación funciona.
Cuando la protagonista empieza a sentirse mejor y está lista para volver al trabajo se entera de que sus compañerxs votaron un premio que equivale a 1000 euros a cambio de su trabajo, lo que la deja afuera del mundo laboral y al borde de caer de nuevo en la depresión. Su marido es el sostén emocional que la impulsa a pelear por mantener el empleo y la convence de ir a ver, en un fin de semana, unx a unx a sus compañerxs de la fábrica de paneles solares para pedirles que voten por ella y renuncien a sus preciados euros. Por un lado, la película muestra la crueldad del mundo laboral, la bajeza e injusticia de los jefes y algunos compañerxs, pero también pone de manifiesto todo lo que puede hacer el amor, un romanticismo realista que conmueve. Sandra va a tocar la puerta de todxs, vence su vergüenza para pedir un poco de solidaridad y reclamar que se pongan en su lugar. La reacción no es lineal ni uniforme, algunxs la rechazan con violencia, pero otrxs la entienden, reflexionan y se comprometen a votar por ella.
Dos días, una noche trata sobre las relaciones entre las personas atravesadas por la brutalidad del capitalismo, no hay ni siquiera música agregada que decore las situaciones, todo es directo, simple y emotivo, como el ir y venir de Sandra por las calles de Seraing, una ciudad de Liège en Bélgica. La depresión es retratada con dramatismo y sin sensiblerías, con crudeza pero sin golpes bajos y con una esperanza basada en la determinación y el deseo de estar bien. Hay un pesimismo que sobrevuela el film, pero también deja una sensación de que las personas pueden ser mejores entre ellas, y la felicidad puede ser más que una ilusión inalcanzable si cada unx es capaz de pensar en el otrx y actuar en consecuencia.
Como en La promesa, Rosetta, El Hijo y El Niño, los anteriores films de los hermanos Dardenne, Dos días, una noche revela el entramado socioeconómico, pone de manifiesto los problemas de la vida en sociedad y el efecto del afuera en la interioridad, pero les da a las personas la posibilidad de determinarse a sí mismas.
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