CONSEJITOS DE MARU BON BON
Cambie el punto de vista ¡y cambie todo!
Es sabido, harto conocido, mis queridísimos/as, que todo depende del cristal con que se mire. Aunque no es menos justo afirmar que buena parte del asunto tiene que ver con eso/esa que se mira, el punto de vista desde el cual una/o se disponga a observar y el ansia o la indiferencia que se ponga en la tarea. La propuesta esta vez, divinas/os adorables/bles, es buscar un cambio de paisaje sin cambiar de ventana. ¿Cómo? Veamos:
Primero: entrénese. Es necesario estar listo/a para el cambio. Aceite sus articulaciones, estire esos miembros (dije esosss), fuerce la máquina, ¿o cómo piensa agacharse bajo los bajos de su chica/o? O mejor ¿cómo es que piensa levantarse? Porque ningún panoramo es bueno si uno/a está obligada/o a mirarlo/a por siempre.
Segundo: atrévase. Haga cosas locas (Uy!), de esas que antes no había pensado. Ponga luz (si es necesario, puede usted utilizar una linterna ¡para alumbrar no para perderla!) en las partes oscuras, revise lo que nunca antes (entre los dedos de los pies, en el bies de su enagua) ¡pero con los deditos no!, que hablamos de mirar y no de tocar.
Tercero: elónguese. Abrase, deje que entre el sol. Encienda la luz, abra también las ventanas, que los rosados anillos pierdan su pelusa, que los pliegues se estiren y que las uñas se despinten. Por algún lado hay que empezar.
Cuarto: relájese. Vuelva a ser quien era. ¿Le gusta la pose del misionero/a? Pues dese el gusto, si usted ha sobrevivido a la experiencia de la acrobacia extrema sólo por remozar su vida sexual, bien se merece un rapidito y a la cama. Eso y un vaso de agua no se le niega a nadie.