Viernes, 25 de enero de 2008 | Hoy
INUTILíSIMO
La creación de la moda, antaño invariablemente en manos de modistos parisinos, de sastres y maestros cortadores, ha pasado a ser regida por damas de la más alta sociedad, según nos revela el artículo “Apuntes porteños”, firmado por Feu Follet en el número de mayo de la revista Rosalinda (año 1951). Al parecer, señoras de los más altos círculos porteños tienen casas donde venden modelos exclusivos: una diseña vestidos tejidos a mano; la otra, sombreros únicos y así sucesivamente... “Es que las mujeres que realmente saben vestir empiezan por crear para sí mismas; después, si así lo desean, pueden hacerlo para los demás.”
Feu Follet cita el interesante caso de María Marta Gainza Paz de Sánchez Elía, “que crea su propia elegancia alrededor de su hermosísima cabeza plateada en contraste con su joven rostro triangular: se viste de gris, se peina como una moderna marquesa”. A su vez, María Elina Láinez de Cahen d’Anvers es famosa por su distinción, “basada en la perfección de la escala. Pequeña y delicada de facciones, no se permite nunca diseños detonantes sino que ella existe dentro de esa perfecta armonización del beige” (sic).
Justa Dose de Zemborain, por su parte, dueña de magníficas alhajas, “elige conjuntos que puedan constituir un perfecto telón de fondo para esos adornos. Por caso, un tailleur de terciopelo negro”, como puede apreciarse en el “dibujo del natural de Dorothy Ross”, quien también inmortalizó para las lectoras de Rosalinda “un conjunto lucido por la baronesa Banffy, elegantísima en su esbelta silueta, su cabellera rubia”. Está compuesto —tomen buena nota— de amplio saco tomado por cinturón (la última moda) de género gris con líneas rojas, con solapas, bolsillos y falda negra. Otro modelo de su colección tiene bandas de menor a mayor, negro y jaspeado de chartreuse, es angosto con sobrepollera en forma.
Y para cerrar, el detalle que nos faltaba: la baronesa Starzenka hace sombreros: “Algunos tan finamente trabajados como los gorros del Renacimiento, para cocktails, teatro, comidas. Los hay de raso gris perla con bordados de oro y piedras multicolores, canotiers naranja con el ala forrada de negro”. Verdaderos primores que nos demuestran que, sin renegar de París ni de sus famosos couturiers, bien podemos sacar a relucir un vestir personal y exclusivo, aun cuando no seamos portadoras de cuatro apellidos de la más rancia aristocracia.
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