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Viernes, 23 de enero de 2004

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Las de arriba y los de abajo

Bien dice Pilar Pascual de San Juan (Urbanidad para niñas, Imprenta Elzeviriana, Barcelona, 1927) que hay “un conjunto de reglas a las que debemos ajustar nuestras acciones para hacer amable nuestro trato en sociedad”. Por eso, la Urbanidad es parte decisiva de la educación de las mujeres y “se nota a primera vista cuando falta esta parte tan interesante” de la formación femenina. En consecuencia, las personas distinguidas no pueden prescindir de la urbanidad, “pues por haber tenido medios de adquirir buena educación, deben manifestarla hasta en los menores detalles”, aunque aclara Pilar P., la gente de “humilde cuna” también debe observar estas reglas porque los buenos modales “son la mejor recomendación para sus superiores”. La descortesía, por su parte, dice la docente, “mortifica y deprime al que es objeto de ella” y a la vez, perjudica a la descortés “enajenándole el aprecio y simpatía de los demás”.
Pero ya que hablamos de superiores y por ende de inferiores, veamos qué propone a las niñas en plan de devenir urbanas y gentiles. Por ejemplo, pueden considerarse inferiores de las párvulas “los criados y dependientes o jornaleros en la casa de sus padres”, quienes deben ser tratados por las jóvenes señoritas “con caridad y atención, pero sin familiaridad”. Porque, claro, imagínense, existe el riesgo de que “con el roce adquiera la niña su lenguaje y modales, en los que siempre hay falta de cultura”. Horror de horrores. Pero la desprejuiciada Pilarín aclara que la chavala de marras no debe enrostrarle su superioridad a los inferiores, “porque revelaría mal corazón hacer sentir al pobre criado el peso de su servidumbre”. De manera que, chicuelas aplicadas, hay que “mandarles con dulzura”, y si fiados en esta blandura no obedecen, si abusasen de la bondad con que son tratados, “habría llegado el caso de recordarles su obligación de acatar la autoridad del superior”. Y si aún así opusiesen resistencia, no quedará otra que “separarlos buenamente de nuestro servicio”. Ahora si los “inferiores” encima se expresan con grosería, “conservando la niña su dignidad, hará notar la diferencia que existe entre ellos, porque si prorrumpe en denuestos, se rebaja al nivel del ofensor”. Y en este mundo, que no queden dudas, están los de arriba y los de abajo.

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