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Viernes, 25 de marzo de 2005

MONDO FISHON

Por arte de magia

Digamos la verdad, es lo que todas queremos. Por algo quedamos hipnotizadas frente a la promesa de productos de nombre impronunciable como el redius fastfat o el nosecuanto siluet, que es efervescente y entonces se lleva la grasa en las burbujitas. ¿Será verdad que una adelgaza sin hacer dieta? ¿Que puede una comerse las cuatro medialunas que su ansiedad le pide, a la hora de la merienda y sin detenerse a pensar cuánto tiempo pasó desde el almuerzo con la confianza ciega en el señor ese que vende pastillas en todo el mundo? No puede ser, nos decimos, en un diálogo inconfesable que suele darse a la madrugada, porque se ve que el insomnio es amigo de audacias impensables a la hora en que la mayoría comparte la vigilia y entonces los vendedores de espejitos de colores se instalan en la tele. Una y otra vez empieza la propaganda, vemos el antes y el después de gente que baja de peso en libras y no en kilos y decimos como en un mantra o un conjuro que no, que no puede ser, que la magia no existe, que si sirviera para algo todos y todas estaríamos tomando las pastillitas mágicas o el sobre revelador de la persona que podríamos ser si la grasa siguiera su camino fuera de nuestro cuerpo. Cada una, cada uno, es como es, no hace falta ser flaca para gozar de la vida ni poder lavar ropa sobre los abdominales del muchacho para ser feliz; y sin embargo, si hubiera, si existiera una fórmula mágica para mejorar ese problemita acá o acullá... ¿Y qué otra cosa es la cirugía estética que una solución mágica y sin esfuerzo? Sí, es cierto, cuesta dinero, mucho dinero. Y además duele. Pero ya vemos cuánto cambian las cosas cuando el dinero deja de ser mucho, la magia reverdece cual enamorada del muro. En España, dicen, desde que la liposucción tiene un precio similar al de un traje caro no hay empleada de supermercado que no ahorre para el día en que quiera afinarse las caderas. Y dígame, señora, señorita ¿puede decir Ud. que no fantaseó nunca con retocarse el pecho, que más arriba, que más volumen, que más redondo? Pues la magia también llegó a su pecho, señora, señorita, y viene de Japón. Un chicle, un burdo chicle, dicen, puede lograr que usted aumente su medida con sólo masticarlo tres o cuatro veces por día. ¿Será verdad? Vaya a saber, igual, soñar no cuesta nada.

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