Viernes, 8 de abril de 2005 | Hoy
MONDO FISHON
En estos primeros días del otoño, se lleva estar compungida. Mucho muy muy, la congoja debe anidar en nos con la ternura que la muerte traicionera (¿cómo llevarse así, “de sopetón” –lo hemos escuchado en la tele–, a un señor de jóvenes, pacíficos, espirituales, ochenta y tantos?) le ha negado a las mejillas papales en sus últimas horas. Lo habrán visto aunque más no sea de reojo, destilando el esplendor de la muerte, ya que lo han dejado con el catafalco al aire, entre blancos, amarillos, rojos, todos ellos dignos colores del poder que, sin embargo, no le han alcanzado para permanecer entre nos ad aeternum. El caso es que ante la tragedia del destino la que nos queda es ostentar nuestra pena en sus más elegantes expresiones, esto es siempre y cuando el rictus de dolor no traicione los esfuerzos que tan tenazmente soporta la piel para inocular los vestigios del paso del tiempo. Porque lo que natura non da, la ciencia lo presta, y una lo pasea en las misas in memoriam con el temple estoico de quien olvida –serán los efectos secundarios que vienen con la refrescadita– que hubo una vez un Estado que quiso ser laico, libre y liberal, y que hasta había intentado tomar sus decisiones de manera más o menos soberana, porque a fin de cuentas no todos sus habitantes tenían por qué estar interesadas e interesados en que sus vidas fueran supervisadas por una religión. Hay que ser elegantes hasta las últimas consecuencias, vieron, qué es eso de hacerse la sensata y decir algo como “todo muy bien, pero mejor no mezclar las cosas”. De ninguna manera. Hay que saber mantener la compostura, en especial cuando una está jugando a tener candidatura propia para un lindo cargo legislativo. Hay que silenciarse, aunque un par de días después de haber escuchado un sermón eso implique no decir ni mu cuando un jerarca religioso bien rankeado para la sucesión –en medio de una misa “por la educación”– se dé el gusto de decir cosas como “no quieran iluminar experimentos que ponen en riesgo la identidad de los chicos con fuegos de artificio que pasan y después quedan en las tinieblas”.
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