Viernes, 15 de septiembre de 2006 | Hoy
VISTO Y LEíDO › ANGéLICA GORODISCHER
Por Liliana Viola
Querido amigo
Angélica Gorodischer
Edhasa
$ 22
A comienzos del siglo XIX, un enviado de la corona británica, Albert—George Ruthelmeyer, diplomático, maduro, casado y doblemente inglés como todos los ingleses, es enviado a un país de Oriente, lejano y exótico, como le ha a tocado ser a Oriente en nuestro reparto. Angélica Gorodischer, consagrada autora de obras de ciencia ficción, decidida a escribir una novela erótica, halló en su imaginación a Ruthelmeyer, un personaje ideal —varón civilizado, poético y reprimido— que se enfrentará sin más ayuda que su pluma a las ropas ligeras, al paraje tórrido y desértico donde las mujeres son sabias en la cortesía del placer, mientras que sus maridos se muestran algo más que hospitalarios con el forastero. Por no enloquecer, o por responder al hambre voyeurista de su especie, el inglés escribe a un amigo compatriota cada detalle de su nueva vida, y en el género epistolar Gorodischer encuentra otro componente perfecto para llevar a cabo su propósito. El personaje se enreda en circunloquios para explicar ardores, como una serpiente se desprende de su piel educada en Inglaterra, como una niña torpe y virgen se deja hacer por las costumbres que lo invitan a desnudarse. El tercer componente es el espacio. Experta en inventar realidades paralelas, la autora ha construido una escena donde las reglas de relación entre hombres y mujeres responden a la afiebrada lógica de las fantasías sexuales —masculinas—, matizada con la parodia de Oriente que incluye la invención de gentilicios y sustantivos propios. Gorodischer no sólo estrena género sino un punto de vista masculino para narrar y construir —hasta ahora había elegido historias de mujeres— un vergel donde las amantes siempre sumisas y húmedas son preparadas por sus sirvientas antes del acto sexual y la idea de posesión, fidelidad, elección, están presentes, pero corridas de lugar. La presentación de este mundo paralelo con reglas estrictas pero preparadas para satisfacer el deseo y la variedad imponen cierta inmovilidad al argumento. Si el inglés viajó por razones diplomáticas que no quedaban muy claras al principio, con el transcurso de las páginas se olvida del tema. Cabe pensar que con ingleses como Ruthelmeyer, los países del Commonwealth habrían tenido más suerte o al menos se habrían independizado mucho antes. Pero el poder de estas mujeres se circunscribe a las alcobas y los hombres seguramente hablan de sus negocios en otro momento del día. Porque Querido amigo es, por donde se la mire, una novela erótica.
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