Viernes, 26 de junio de 2015 | Hoy
ESCENAS
Monstrua del unipersonal, Cristina Banegas se luce en Los caminos de Federico, los textos donde el autor español brilla y sangra una sexualidad disidente.
Por Paula Jiménez España
“¡Qué duro con las espuelas! ¡Qué tierno con el rocío! ¡Qué deslumbrante en la feria! ¡Qué tremendo con las últimas banderillas de tiniebla!”, recita cada martes a la noche la incomparable Cristina Banegas sobre el negrísimo escenario del Centro Cultural de la Cooperación. A medida que su voz avanza y cobra intensidad montada en estos versos, ella va gestando el grito que culminará con la sombra inmensa de sus brazos abiertos proyectada sobre el telón de fondo. El famosísimo poema que versa sobre la muerte del torero se llama “La sangre derramada” y forma parte de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, un cuerpo poético mayor que lo trae a García Lorca no sólo en su lírica desgarradora y apasionada, sino también –si se quiere hacer aquí un rastreo biográfico– en la admiración y el dolor que lo ataba eróticamente a otros hombres. “Buscaba el amanecer, /y el amanecer no era –recita Cristina Banegas en ‘La sangre...’– / Busca su perfil seguro,/ y el sueño lo desorienta. /Buscaba su hermoso cuerpo/ y encontró su sangre abierta./ ¡No me digáis que la vea!” La obra, compuesta no sólo por poemas de Romancero gitano, Poeta en Nueva York y Sonetos del amor oscuro, sino también por cartas y fragmentos de obras de teatro de Lorca, fue estrenada por Alfredo Alcón en 1987, habiendo sido, el mismo actor, autor de la dramaturgia junto al andaluz Luis Pascual. En una entrevista, cuenta la actriz que fueron sus propias raíces ibéricas mezcladas con su gusto por la poesía (recitadora de versos de poetas como Juan L. Ortiz o Juan Gelman, en este momento también interpreta Eva Perón en la hoguera, de Leónidas Lamborghini, y la imperdible Molly Bloom, de James Joyce, en el Centro Cultural Néstor Kirchner) las razones que la hicieron llevar a escena este extenso y conmovedor texto que dice, merced a su prodigiosa memoria, casi ininterrumpidamente durante una hora exacta. Sobre él, con dirección de Jorge Vitti, Banegas va imprimiendo sutiles y grandes variaciones y desplegando múltiples recursos (canta, grita, susurra, se expande, se comprime, tiembla) que les dan ritmo a estos caminos nada lineales y hacen posible diferenciar con claridad los distintos climas dramáticos sin que se interrumpa esta atmósfera teatral que va potenciándose a medida que transcurre la obra. Interpretar este texto no sólo implica para Banegas el desafío de rebautizar con sello propio una pieza tan asociada a una de las mayores figuras masculinas del teatro argentino, sino también el de neutralizar el género del autor, volverlo un dato incluso excluyente de la obra lorquiana. No importa si fue hombre y tampoco si ella es mujer, lo que sí cuenta es esta camaradería, que incluye a Alcón, y que los iguala a lxs tres ante la opresión por la que un hombre se vuelve mártir de su hidalguía y una mujer víctima de una soltería denigrante como en el caso de Rosita, o como Yerma, una excluida de la maternidad obligatoria. Sin dudas, con Los caminos de Federico Banegas sigue trazando el suyo propio: una performance actoral cimentada, a lo largo de los años, en la interpretación de altos monólogos literarios donde se puede ver completo el florecimiento de su abanico expresivo, desde la pequeña voz que susurra, extraña y sofisticada, hasta el grito desbocado y grave con el que –como en la película Géminis, de Albertina Carri– saca un inigualable monstruo de adentro. Gracia mínima del paso geisho de pie descalzo o sombra ampulosa que llena con sus brazos de par en par la sala Floreal Gorini: toda Banegas es en esta obra presencia arrolladora, tesoro lírico que la gente aplaude de pie, inhabituada y agradecida.
Funciones: martes 21 hs. Centro Cultural de la Cooperación. Av. Corrientes 1543, CABA.
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