Viernes, 18 de noviembre de 2005 | Hoy
TALK SHOW
Por Moira Soto
En el reciente verano europeo, que ya se convirtió en desapacible otoño, las mujeres, incitadas por Gucci, Vuitton, Hermès, Lacroix, Gaultier, Prada y afines, se subieron a altas plataformas que combinaban con largas faldas lánguidas, una moda que ya está siendo adoptada en nuestra latitud. Chaussure à talon compensé llaman amablemente en Francia a este calzado que no se inventó en los años ‘40 del siglo pasado: los actores de la Antigua Grecia se elevaban gracias a coturnos cuya altura se adecuaba a la importancia del rol. Y en el correr de los siglos hubo plataformas españolas, turcas, japonesas (ideales para el pasito deslizante de las geishas), venecianas (los aristócratas del lugar las llevaban hasta de 50 centímetros a fines del siglo XV).
Se dice que un zapatero italiano, Salvatore Ferragamo, reflotó en 1936 la moda de las suelas compensadoras: a causa de la escasez de cuero y de caucho, empezó a fabricar zapatos con una base de madera y corcho que tuvieron rápida aceptación, y la idea fue copiada por otros colegas. La tendencia pasó a Francia y de ahí a los Estados Unidos, país en donde desembarcó en 1939 una petisa de ojos vivarachos y amplia boca carnosa, que pasaba por brasileña, aunque había nacido en el norte de Portugal, a quien las plataformas le vendrían de perlas para ganar todavía más altura de la que le añadían unos sombreros espectaculares confeccionados por ella misma. Maria do Carmo Miranda da Cunha en los papeles, Carmen Miranda para el mito tropical, The Brazilian Bombshell según la promoción norteamericana, derrochó una alegría frenética durante la Segunda Guerra y la posguerra en escenarios teatrales y en la pantalla cinematográfica mientras que iba siendo consumida por el estrés, la desdicha matrimonial, las drogas. Una tensión insostenible que acabó con su vida a los 46, hace 50 años, el 5 de agosto de 1955.
Según los testimonios de su hermana menor Aurora, desde chiquita Carmen se salía de la vaina por cantar y bailar, pero aun adolescente tuvo que empezar a trabajar en una sombrerería (experiencia que capitalizaría más tarde en la creación de sus fabulosos tocados, en los que se podían encontrar frutas y flores, pájaros y hasta faros marinos). A los 20 ya andaba cantando en la radio y a los 21, con su primer éxito grabado, la marcha Taí, su carrera despega. Trabaja en varias películas brasileñas, actúa en el Casino Urca de Rio desplegando esos vestidos de bahiana salidos de sus hábiles manos, viaja a hacer algunos shows a Buenos Aires, donde –cuenta la leyenda– era visitada en su camarín por una joven actriz que la admiraba, Eva Duarte. Hasta que en 1939 esa cantante y bailarina hecha a sí misma, desbordante de energía y color, es avistada por el productor Lee Shubert que la contrata, junto a su Banda da Lua, para actuar en los Estados Unidos. Carmen Miranda estrena en Boston la revista The Streets of Paris que pronto pasa a Broadway.
Ni alta ni bella, pronunciando mal una pocas palabras en inglés aprendidas de apuro, Carmen flechó al público a fuerza de desparpajo y simpatía. Darryl F. Zanuck, magnate de la Fox, decidió incorporar esa exótica criatura a sus filas. Engolosinada por el suceso, Carmen firmó y empezó a correr: del teatro donde hacía el primer acto de Streets se iba a un club a cantar, regresaba para la segunda parte de la revista y todavía reaparecía en el club para un entonar otro tema. Durante el día, desde la mañana, filmaba Down Argentine Way, con Betty Grable, a la que siguieron títulos tan explícitos como That Night in Rio, Weekend in Havana, Spring Time in the Rockies... En The Gang’s All Here, la diva realiza uno de sus números más locos, bajo la dirección cómplice de Busby Berkeley, The Lady in the Tutti Frutti, bailoteando entre dos filas de frutillas gigantes, portando un monumental sombrero de bananas...
Hasta cierto punto, Carmen Miranda hizo la suya en Broadway y en Hollywood, pero también se dejó explotar hasta el agotamiento que culminó en infarto. Es verdad que vendió el estereotipo de lo tropical –”nuestra caricatura y nuestra radiografía”, según Caetano Veloso–, que desparramó una euforia cada vez más prefabricada. Pero no es menos cierto que diseñó e impuso un vestuario completo más allá del kitsch, que denotaba una audacia y una creatividad que aun hoy inspira a las drag queens. Andy Warhol, Madonna, Woody Allen le han rendido distintos homenajes. Y este año se han presentado colecciones como la de Jacqueline de Biase inspiradas en sus atuendos. En Río se estrenaron shows que la evocan y se editó el álbum A magia tropical de Carmen Miranda, donde no falta su famoso himno, Chica Chica Boom Chic.
Copacabana, con Carmen Miranda y Groucho Marx se pasa el próximo jueves 24 a las 23.45 por Cinecanal Classics.
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