Viernes, 18 de noviembre de 2005 | Hoy
VIOLENCIAS
Dos años pasaron desde que la trama del crimen de dos jóvenes en Santiago del Estero empezara a quebrar el fortín de impunidad sobre el que habían construido su poder los Juárez y su corte de espías y empresarios. Sin embargo, la causa está estancada y las mamás de Leyla Bshier y Patricia Villalba se sienten más solas que al principio.
Por Roxana Sandá
A su manera, Olga Villalba y Mirta Nazar dosifican el llanto; una se lo permitirá al final de la charla. La otra se entrega a espaciados exabruptos. Sostienen que el doble crimen de La Dársena, donde aparecieron los cuerpos de sus hijas, Leyla Bshier Nazar y Patricia Villalba, amenaza convertirse en lo que ambas sentencian como “un caso que nos deja con las manos vacías y atadas”.
Cuencos vacíos de respuestas que exigen a una Justicia local por la que desfilaron cinco jueces hasta el actual, Mario Medina, renunciado de palabra a principio de mes y que ahora prosigue a cargo del caso, a instancias del Superior Tribunal de Justicia. Un magistrado del que recelan a conciencia “porque, mientras esté, nunca se va a conocer la verdad”.
Alude Mirta Nazar a nombres masculinos, cruza datos, ofrece hipótesis de sitios precisos desde donde deberían trazarse los periplos más oscuros que recorrieron Leyla y Patricia. “Pero con eso no alcanza, no hay testigos. En toda la provincia no hay siquiera una persona que se anime a hablar, a desenmascarar a los verdaderos asesinos de las chicas.”
La idea del monolito que se inauguró el 6 de este mes, último aniversario de las muertes, había surgido años atrás, cuando los familiares de las víctimas decidieron construir un sitio donde recordarlas para siempre, “pero una vez que se condenara a los autores intelectuales y materiales de los hechos”, advierte Olga, con la crispación de saber que la inercia judicial y la impunidad local alteraron todos los órdenes naturales de su vida. “Ni siquiera erigimos este monolito cuando pensábamos hacerlo. Hasta en eso no pudimos cumplir con nuestras almas.”
Y no agrega, pero sabe que la estructura que tan gentilmente construyó Vialidad es una llaga abierta sobre esa franja de tierra y sangre en que se transformó La Dársena, a la vera de la Ruta Provincial 8, en el ingreso del camino vecinal, con los mismos pastos secos que suelen rodear por toda presencia cada descubrimiento siniestro que acontece en Santiago.
Desde el mes pasado, algunos huesos de Leyla Bshier Nazar permanecen en la morgue judicial de Buenos Aires hasta que la perito en tafonomía Fabiana Martín logre determinar si el cuerpo de la joven fue devorado por animales salvajes o perros. La tafonomía, esa rama de la paleontología que estudia los procesos que sufre un organismo al pasar de la vida a la muerte, mutó la historia de Leyla y el 40 por ciento de lo que quedó de ella, en objetos de antropología forense. La marca identitaria de esa mujer está prolijamente reducida en bolsas de nylon, “como muchos quieren que esté, porque todo esto no hace más que desviar la investigación de lo que realmente ocurrió con ella. ¿Por qué no investigan todos los circuitos donde se realizan las fiestas del poder? ¿Por qué no profundizan en la hipótesis del Viejo Bar?”, lamenta Mirta y refiere a uno de los locales pisados por su sobrina y los hombres que la compartían y la intoxicaban en maratones de sexo, droga y alcohol.
Su abogado, Washington Inca Cardoso, insiste en “meterse en la primera parte de la historia, el sitio donde fue la fiesta”, porque, al cabo, la tía de Leyla no yerra al maliciar los night club locales: de los testigos posibles, primero murió el mozo del Viejo Bar, Rubén Lodi; después el cliente Carlos Rufino y en abril último asesinaron al dueño, Germán Szelske. Tres hombres que podían arrojar luz sobre las últimas horas de vida de Leyla y el día a día de las mujeres encerradas en ese sitio para “alternar” con los habitués.
Además de los muertos, la causa llegó a tener 35 detenidos, de los cuales hoy quedan siete: el ex jefe de inteligencia del gobierno juarista Musa Azar; su hijo, Antonio Musa Azar Cejas; los policías Francisco Mattar, Héctor Albarracín y Pablo Gómez; el peón del zoológico privado de Musa, Damián Silvero; y José Patricio Lludgar, un carnicero acusado de partícipe necesario en ambos homicidios.
“A La Dársena voy casi nada –dice Olga Villalba–. El otro día, cuando se inauguró el monolito, se lo dije a otra persona: cada vez que vengo aquí es como si fuera que no llego nunca. Con qué resto puedo imaginar cómo tiraron a mi hija en este descampado, agonizando. Siento tanto odio... ¿Con qué derecho me la quitaron?” Su abogado, Héctor Barrón, habla de “un pacto de silencio” entre poderes, de un juez “que ni siquiera reúne los requisitos constitucionales para desempeñar su función; un caradura”, de la sugestiva “ausencia de testigos” y de “los papelones del Poder Judicial santiagueño: la causa está parada, los que están detenidos van a terminar convirtiéndose en víctimas, testigos clave que podían aportar a las líneas investigativas que proponemos murieron asesinados o en circunstancias sospechosas, y la pista de la reanimación de Leyla Nazar en el hospital Independencia, adonde fue llevada por el concejal Antonio Romano y el ex vocero gubernamental Xavier Ferrera Peña, ni noticias”. De hecho, la médica Silvia Carabajal, que atendió esa noche a la joven, fue removida de su cargo al igual que el tercer juez de la causa, Arnulfo Hernández, quien en algún momento pretendió seguir esa línea investigativa. “¿Se entiende ahora lo que quiero decir cuando sostengo que estamos solos?”, concluye Barrón.
“La tierra de los mansos ha comenzado a crujir y su fuerza todavía tímida marca el camino por donde quiere transitar los próximos años”, sentenció el investigador del Conicet y profesor de la Universidad Nacional de Santiago del Estero Raúl Dargoltz. Pisando esas brasas estuvieron las marchas multitudinarias de viernes que gestaron la intervención federal y el movimiento de mujeres y hombres que juntó 20 mil personas en la Plaza Libertad y 102 mil firmas solicitando la reforma constitucional. “Yo veo que Santiago es otro, y les pido a los santiagueños y a las madres que no permitamos que nos maten a nuestros hijos y que defendamos esa libertad que hemos conseguido con las muertes de las chicas”, aunque las palabras de Olga se amarguen “porque también observo que la Justicia se vende por pocas monedas”.
El consejero suplente de la Magistratura, Miguel Antonio Juárez Quiroga, dijo esta semana que “poco o nada ha cambiado para lograr la jerarquización y el prestigio de la administración de Justicia en Santiago del Estero”, y descree de garantías que impidan la injerencia de los poderes Ejecutivo y Legislativo en el llamado a concurso para cubrir los cargos de catorce jueces del crimen y tres fiscales de Cámara. “Es como un teatro con diferentes actores y en el medio nosotros, los familiares, sin nadie en quien poder confiar. A veces creo que esto es como una gran mentira y que en definitiva nos usaron para voltear a los Juárez.”
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