Viernes, 9 de septiembre de 2005 | Hoy
Andrea Andujar. Historiadora. Profesora de Sociologia (CBC). Profesora de Teoria e Historia de la Historiografia (Facultad de Filosofia y Letras).
La historiadora Andrea Andújar entendió la enseñanza desde la Universidad de Buenos Aires como un espacio donde lo parcial no debería reñirse con el análisis más profundo (acaso por incómodo) de la realidad. Aunque sus alumnos de la cátedra de Sociología del CBC recorran el planteo con dificultad de extranjeros. “Inicié mi docencia universitaria en 2002 y desde entonces mis prácticos del CBC ocupan la banda horaria de la mañana, con gran predominio de alumnado femenino y con procedencias sociales y educativas muy diferentes de lo que se percibía antes en las universidades públicas: egresados de escuelas privadas, de formación católica, hijos de profesionales, muchos del interior del país. Algunos seguirán Derecho, otros Ciencias Económicas, pero el conjunto denota las consecuencias de las modificaciones de los planes de estudio y el viraje ideológico enancado durante el menemismo. Se gestó una manera de concebir la política, la función social y los estudios muy diferente de los que ingresamos en el `83.”
El viraje del que habla y que sigue rodando sobre los más variados andariveles no llegó a promover una irreflexión decretada, por cierto, pero logró arrinconar mentes a las que ahora les cuesta acariciar sin torpezas “una capacidad reflexiva crítica, despegada de los medios de comunicación (léase televisión)”.
“Hay aspectos interesantes pero no ventajosos: vienen convencidos de que la objetividad es un valor necesario y plausible, tienen una visión positivista de lo que es ser un cientista social. Es muy difícil hacerles entender que en determinados aspectos la objetividad no existe y entonces se necesita darles una fuerte discusión para que comprendan que hablar desde un lugar no es preocupante, lo preocupante son las interpretaciones únicas.”
Que ella se evitó desde la academia y desde lo personal “errores” de esa naturaleza lo hará saber durante toda la entrevista; no es mujer que se ande con cegueras de ningún tipo y tampoco las tolera en su hijo de once años, Santi, o en su pareja desde hace tres, con quien discute los gozos y las sombras de poseer una mirada “de género”. “Y lo digo así, entre comillas, porque se trató de un sendero que fui pisando desde mi licenciatura en Historia: avancé estudiando una gran represión de la clase obrera en 1975, en Villa Constitución, cursé el doctorado elaborando una tesis sobre historia argentina reciente desde una perspectiva de género y hoy arribo al estudio del movimiento de mujeres posdictatorial, más precisamente de mujeres piqueteras.”
La disonancia es violenta, qué duda, a sus 40 y frente a una franja 19-20 que no se rebela contra sus propios pensamientos. “Asustan, pero qué se les puede exigir, si hoy por hoy la política sólo reclama el voto ciudadano cada cuatro años. Imaginate lo que surge cuando discutimos otras expresiones populares, como los cortes de ruta: el debate se parte entre hacerles entender el corte y el planteo de ellos sobre `lo molesto que resulta’ para el que quiere ir a trabajar.”
En la Facultad de Filosofía y Letras las cosas asoman diferentes. La cátedra de Teoría e historia de la historiografía que encabeza Dora Barrancos y que incluye a Andújar entre sus profesoras, propone una introducción a los estudios de género sin la necesidad de andar capeando sofocones ideológicos. “Desde ya, la recepción de la temática carga con un ida y vuelta de diferente estímulo. La contraposición es fuerte: por caso, he planteado el tema del aborto en el CBC con el sencillo objetivo de molestar. Es llamativo el fuerte discurso de la Iglesia que impregna el pensamiento de muchas alumnas, que conciben la maternidad como destino manifiesto de toda mujer que pulule por esta tierra.”Pregunta sin respuesta: cómo se para un docente universitario frente a una clase con deslices prohibitivos, incapaz de poner el juicio de situaciones entre paréntesis. “Es un desafío y la percepción de un abismo serio entre la época de mi ingreso a la universidad comparada con lo que les pasa a las/os chicas/os ahora. Yo pensaba que nosotros éramos `los pichones’ de la dictadura, pero con el tiempo me di cuenta de que esto no fue así. Cambiaron las maneras de pensar, poco proclives a tener un pensamiento crítico, y hay una baja avidez de lectura que no sería fatal si no viniera acompañada de escasez reflexiva.”
Qué vale imaginar entonces, al cabo de este relato, sobre “el gesto masivo de solidaridad” de los mismos alumnos durante el conflicto universitario que finalizó el viernes último. “La sensación es contradictoria, pero el acompañamiento fue impresionante, y esto desde personas recién ingresadas al CBC, más nuevas respecto de la capacidad de movilizarse y debatir.”
Por ahora, queda el gusto raro de un malestar estancado desde 1992 y que el Gobierno intentó calmar una semana atrás, con un incremento promedio del salario de bolsillo de alrededor del 28 %. “Y queda el desgaste como mujer en la universidad, porque adentro las cosas no resultan fáciles. De 11.000 docentes auxiliares ad honorem, el 56 % son mujeres, mientras que las auxiliares rentadas perciben entre 150 y 200 pesos por mes, con lo cual podrá imaginarse que no estoy conforme con el aumento conseguido. Pese a la importancia del conflicto desde la extensión temporal y lo abarcativo a nivel nacional.”
Lógica política perversa, define Andújar, a esos salarios docentes acordes a la desocupación y la disgregación social. “No me gusta el tono de este gobierno ni su lógica complicada: tiene una manera de actuar con lo que ocurrió en los setenta y otra diferente con los que somos carne de cañón actual.”
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