“Yo no pago”, pero porque no mezclo peras con manzanas. Y todos sabemos de qué estoy hablando. Ahora bien, ¿esto responde a una convicción, a una cuestión de principios o a que tal vez yo no necesité pagar? Es decir, que yo no lo haya hecho, ¿implica que condene a aquellos que por distintas razones y limitaciones no han podido hacerlo de otra manera que no fuera pagando? ¿Cuánta soledad acumulada, cuánta desdicha puede haber detrás de alguien a quien no le haya quedado otra alternativa que pagar?

Por otra parte, cuánto espacio le queda a una persona para pensar en la dignidad de su contraparte en la experiencia sexual cuando es probable que ni siquiera esta persona se haya podido preguntar o responder acerca de su propia dignidad. Una de las dudas que me acechan es que, probablemente, detrás de la trata, mayoritariamente, se escondan objetivos de prostitución. Ahora bien, así como detrás de toda trata hay prostitución, no necesariamente detrás de toda prostitución hay un hecho de trata.

Desde luego que detrás de la clandestinidad y de la oferta de trabajo a partir de un hecho de trata de personas hay una situación de pobreza. Pero también hay pobreza material o educativa en muchos de quienes demandan esos servicios. Pobreza de que no nos hayan enseñado a creer en los afectos y a construir afectos. Es decir, cuando se trata de trata aplicada a la prostitución, hay un victimario que es el que usa, el que trafica, el que comercia, el que se queda con los dividendos. Ahora bien, ¿hay una sola víctima o hay una estructura preparada para explotar a la víctima y a quién quien no encuentra otro destino por la falta de sentido en su vida para recurrir a esa demanda? No hay recuperación de una sola de las partes sino que es en un marco general de recuperación ética, social y humana de la sociedad en su conjunto.

* Diputado nacional Bloque SI (Solidaridad e Igualdad).