› Por Daniel Arroyo *
Creo que cada uno tiene derecho a tener la vida sexual que mejor le plazca. No confío demasiado en los discursos moralizantes al respecto. No me parece condenable que alguien pague por sexo, ni tampoco que haya personas que del intercambio sexual hagan un modo de ingreso económico. Pero sí estoy absolutamente en contra de la trata de personas y del uso de la mujer como esclava. Visité los refugios de mujeres que han sido abusadas y que han estado en situación de trata, charlé con ellas, las miré a los ojos y vi la brutal desconfianza que tenían sobre mí y sobre todos los que las rodeaban.
Vi mujeres absolutamente asustadas y temerosas que no sabían dónde estaban paradas, que habían sido engañadas y que terminaron en situación de esclavitud y abusadas cuando lo único que buscaban era un ingreso. Vi también cómo, en algunas situaciones, los que van a ayudar a las mujeres víctimas de trata y esclavitud, establecen una relación de poder con ellas, de desigualdad y de mensajes ambiguos que sólo contribuyen a quemarles más la cabeza a las jóvenes abusadas.
Por todo ello creo que lo mejor es no pagar por sexo. Si no hay un mercado que demanda, la oferta de prostitución se va a achicar y las posibilidades de que las jóvenes desesperadas sufran situaciones de abuso van a ser menores. Es la manera con la que yo intento contribuir a un tema que es poco visible y que hace que muchas pibas terminen contra las cuerdas porque la mayoría estábamos mirando para otro lado.
* Ex ministro de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires y profesor de Flacso.
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