FúTBOL › DOS REMATES DE DELGADO, QUE SORPRENDIERON AL ARQUERO DE RIVER, LE DIO LA VICTORIA
¿Cómo hizo Boca para ganar?
El Superclásico fue para Boca, que acertó con dos tiros de Delgado en el corazón de River, en un partido técnicamente pobre pero intenso, con muchos matices, muy limpio y parejo en el balance general. Ahora, los dos quedaron a ocho puntos de Independiente, con escasas chances de dar pelea por el título. El único gol de River, el circunstancial 1 a 1, lo convirtió Fuertes. Una multitud desafió el día gris y le dio color a la tarde del Monumental.
Por Juan José Panno
Cómo hizo Boca para ganar el Superclásico? ¿Cómo hizo con ese equipo sin peso ni jerarquía para liquidar a River en el mismísimo Monumental? ¿Cómo hizo para llegar a la red a diez minutos del final si en todo el segundo tiempo casi no pasó la mitad de la cancha? ¿Cómo hizo? ¿Cómo hizo si en el balance final no fue superior a River? ¿Cómo hizo si no manejó la pelota ni controló el terreno ni dispuso de las mejores situaciones? ¿Cómo hizo para meter dos goles? ¿Cómo hizo? Comizzo lo sabe mejor que nadie y guarda las respuestas en el fondo de su arco. Boca hizo así: pum, pum. Delgado pum, a los 41 del primer tiempo y Delgado pum, a los 33 del segundo tiempo. Delgado lo hizo, pero ésa es solamente la mitad de la explicación.
La otra mitad hay que buscarla en la participación inactiva que tuvo el arquero de River en esos dos goles. En el primero se corrió del palo donde estaba parado según marca la lógica y le regaló el espacio a Delgado; en el segundo acompañó con ojos de sorpresa el zapatazo recto del Chelo que hizo entrar la pelota más cerca de la mitad del arco que del ángulo. Hay quien dice –una exageración– que en el arco no estaba Comizzo y que su lugar fue ocupado por uno de los muñequitos de “Fútbol no pares”, el ridículo programa del 9. En el primer gol podría jurarse que Delgado estaba dispuesto a tirar el centro y que cuando vio que Comizzo se iba de paseo hacia el otro lado se animó a darle al arco; en el segundo podría asegurarse que se animó a pegarle al arco sin demasiadas expectativas, como quien tira una ficha para que ruede sobre el paño y caiga en alguna parte.
Por supuesto, todo esto no es más que una simplificación salvaje y, a medida que se profundice un poco en el análisis, quedará claro que no se puede echar al arquero toda la culpa por la derrota de River ni se deben limitar los méritos de Boca al gatillo de Delgado.
El cuadro de Pellegrini no mostró buenas actuaciones individuales y apenas un par de jugadores se salvan del incendio; no tuvo justeza para imponerse en el duelo del medio el primer tiempo, no tuvo claridad para hacer circular la pelota por abajo, se enardeció y atacó ciego luego de cada uno de los goles de Boca y pecó de falta de contundencia en su mejor momento en el partido, el lapso que separó el empate (remate bajo de Zapata, manotazo de Abbondanzieri y toque de Fuertes con el arco vacío) del segundo gol de Boca. Ni Fuertes ni Cavenaghi ni D’Alessandro ni Cuevas alcanzaron el nivel de eficiencia que reclamaban las circunstancias. Y Domínguez no podía solo.
En el equipo del maestro Tabárez, Abbondanzieri con tres o cuatro buenas atajadas (en especial un cabezazo espectacular de Celso Ayala) y Battaglia con su presencia para dar pelea en el medio, acompañaron al goleador en el cuadro del honor, mientras que los demás aportaron lo suyo para que Boca dejara una mejor impresión que su rival al final del primer período. Aun aquellos que no anduvieron bien aportaron algo, como por ejemplo Tevez, que defendió bien la pelota ante la marca de Rojas y propició la falta que terminó en el primer gol.
En el segundo tiempo, Boca, parado con tres que se hacían seis cuando bajaban Ibarra, Clemente Rodríguez y Battaglia, aguantó las arremetidas de River, resignado a no poder hacer otra cosa que rezar para que pasara el tiempo. En cada saque largo de Abbondanzieri, que invariablemente caía en los pies de los defensores de River, se patentizaba la impotencia. La suerte le dio una mano grande cuando Bracamonte bajó con el pecho una pelota aislada, Delgado pateó y Comizzo miró.
El balance de los 90 minutos de un partido técnicamente discreto, pero intenso y disputado con bastante lealtad (sólo Schiavi fue amonestado), dejó una levísima superioridad de Boca en la suma de puntajes individuales, pero no señaló diferencias en el rendimiento colectivo de ambos equipos. El empate era el resultado más justo, pero eso no parece un buen motivo para tapar la sonrisa socarrona de los hinchas de Boca.