El grito más esperado se quedó en Liniers. Con la impronta de José Amalfitani sobrevolando el estadio, Vélez logró una nueva consagración, la novena a nivel local, y se quedó con el título del flamante torneo Inicial. El triunfo ante Unión y la derrota de Lanús en Núñez sirvieron para que el plantel conducido por Ricardo Gareca pudiera concretar la tercera vuelta olímpica en los últimos cuatro años. Una de las instituciones modelo del fútbol argentino dejó en claro nuevamente que con capacidad, orden y austeridad se pueden conseguir las metas estipuladas.

El club se había convertido en una de las grandes incógnitas cuando se inició el campeonato, debido a la partida de figuras importantes: Augusto Fernández, Fernando Ortiz, Marcelo Barovero, Héctor Canteros y Juan Manuel Martínez. Jugadores que conformaban la base que había confeccionado el propio Gareca, ya no estaban en la entidad, luego de haber jugado también la Copa Libertadores. Ese desmembramiento anunciaba un ciclo sin tantos brillos, y la gran duda era saber si podía sostener la competitividad en el ámbito interno.

Pero los Tobio, los Sosa, los Cerro, los Allione, los Bella, los Ferreyra, los Pratto y una nueva camada de jóvenes que fueron apareciendo con cuidadosa oportunidad, lo devuelven hoy a lo más alto. Quizá también por eso se dejan ver las lágrimas del presidente de la entidad, Miguel Calello, que se funde en un abrazo prolongado con Gareca sobre la línea de cal, mientras esos nombres más otros nombres deliran en el festejo junto a los hinchas que lograron ingresar al terreno de juego.

A pocos metros de ahí anda el capitán, Fabián Cubero, el hombre record de Vélez por presencias que, si bien ayer no tuvo un gran nivel, se ríe de todo por disfrutar su quinto campeonato. Las bombas de estruendo no dejan de ser lanzadas desde atrás de la tribuna visitante, mientras Ferreyra no puede creer lo que está viviendo: hace seis meses padecía el descenso con Banfield, sumergido en una gran crisis, y ahora no sólo sabe lo que es salir campeón en el país sino que al mismo tiempo se convirtió en el goleador del equipo, con 11 tantos. La cuenta aumentó ayer con dos perfectas definiciones: la primera de cabeza, en el nacimiento del segundo tiempo, al conectar un envío desde la izquierda de Cabral; y la segunda al final de esa etapa, con un zurdazo para ubicar la pelota al lado del palo, después de una buena habilitación de Pratto.

Precisamente Pratto fue otro de los artífices de esta nueva estrella, con definiciones importantes que le dieron puntos vitales al campeón. El ex Boca llegó como refuerzo para la Copa Libertadores, y luego tuvo el permiso para jugar en el torneo local. Como recién en este certamen se pudo consolidad como titular, el delantero demostró que estuvo a la altura.

La coronación llega acompañada con una lluvia de papeles azules y blancos, y la copa bien arriba levantada por el capitán y besada por todos. Los más grandes, los más chicos y el resto de los jóvenes de las divisiones menores que forman la familia de Vélez, esa que siempre dejaron trascender desde la intimidad del club.

El ayudante de Gareca, José Oscar Flores, tampoco pudo ocultar su felicidad. De la misma manera que lo hizo en la Copa Intercontinental de 1994, Flores se emociona por este nuevo logro y comparte la alegría como cuando lo hacía con Asad, Chilavert, Trotta, Sotomayor, Basualdo y Carlos Bianchi, alguien que tiene mucho que ver con el resurgimiento de Vélez.

Los futbolistas salen del estadio y recorren las calles de Liniers en un micro descapotable, con todo el cotillón que los acompaña, y el público aplaudiendo y saludando a sus ídolos. El pueblo velezano otra vez le da la bienvenida a la gloria.

El abrazo de los campeones, una vez consumado el título. Insúa y Sills, sobre el travesaño.