Cuando comenzó su ciclo en la pantalla de ESPN, hace tres temporadas, Hablemos de fútbol se instaló como el espacio en el que la pelota, por eso de que se hablaba, sin mostrarla tanto, podía intelectualizarse, transformarse en concepto, alcanzar una dimensión etérea que indujera a una comprensión superior. El perfil de sus anfitriones, Víctor Hugo Morales (con intereses que no se agotan con la pelota) y Roberto Perfumo (con título de psicólogo social), le daba, por cierto, un cariz de exquisitez reflexiva a la propuesta.

Ahora, a poco de comenzar el Mundial, el programa se ha vuelto un emprendimiento editorial, legítima herramienta de marketing para apoyar la causa del programa de TV. El producto se denomina igual que el envío, sus dos conductores están en la tapa e incluye un voluminoso extracto de las mejores conversaciones de esas temporadas en pantalla, con 130 invitados distintos, todos protagonistas de primer orden, relatando experiencias, anécdotas o intentando desentrañar el misterio mismo del deporte, a vez con agudeza, a veces con una mirada banal.

La apuesta encierra un riesgo en sí mismo: los fanáticos del programa, los fieles que lo siguen como la síntesis superadora de lo que ven en la cancha el fin de semana, lo recibirán para atesorarlo y utilizarlo como libro de consulta. Para ellos será como tener –valga el neologismo– el video impreso. Los que se asomen por primera vez a la temática, se exponen a experimentar la sensación, acaso caprichosa, de que lo que se habla en cámara, con ritmo y escena diferentes –aunque el estilo del programa esté despojado del vértigo habitual de la TV–, no alcanza, una vez puesto sobre el papel, el mismo brillo que destila bajo las luces del set.

Pero los partidos, siempre, hay que jugarlos. Y hablarlos después.