AUTOMOVILISMO Y MOTORES
Testimonio de una tragedia
Damon Hill era el coequiper de Ayrton Senna cuando el brasileño sufrió el accidente mortal de Imola, hace casi una década. Nunca había hablado en público sobre la desgracia, hasta ahora.
Por Pablo Vignone
En pocos días más se cumplirá una década de la trágica muerte de Ayrton Senna, el más trascendental piloto de automóviles de la era moderna, que marcó una época, tanto por sus hazañas, como por el ambiente conflictivo en el que se desenvolvió su campaña. Las transidas horas vividas por la Fórmula 1 aquel oscuro fin de semana del 29 de abril al 1 de mayo de 1994, en Imola, cuando el destino se cobró la vida de Senna y, un día antes, la del austríaco Roland Ratzenberger, van a comenzar a sucederse nuevamente y en cámara lenta en los medios.
En 1995, menos de un año después de aquel accidente, cuando la Fórmula 1 regresó a la Argentina, entrevisté al piloto inglés Damon Hill, que ganó aquella carrera. Hill era el coequiper de Senna cuando el accidente, pero se negó a tocar el tema. De hecho, nunca habló sobre aquel episodio, salvo cuando le tocó declarar en el estrado del juez Costanzo en Italia, y se refirió exclusivamente a los términos técnicos de la tragedia.
Una década después, el inglés reveló lo que sucedió ese fin de semana en una nota que escribió para el Times. “Antes de ese fin de semana yo era el piloto número dos de Williams, compañero del legendario Ayrton Senna –escribió Hill–. En la noche del domingo, el curso entero de mi vida había cambiado, no porque la fábrica del deporte había sido destruida tan violentamente como los dos accidentes que costaron dos vidas, pero más porque no tengo dudas de que yo no habría sido campeón del mundo si Ayrton no se hubiera matado en Imola.”
Hill corría esa temporada con el Williams Nº 0. El Nº 1 le correspondía al campeón, Alain Prost, que se había retirado a fines de 1993, después de que Frank Williams intentara lo imposible: reunir a Prost y a Senna en la misma escudería, como lo habían estado en McLaren durante 1988 y 1989. Si Williams lo hubiera conseguido, Hill se habría quedado sin correr.
En aquellos días, el retiro de Prost dejó solo a Senna en el pedestal divino de la F-1. “Yo era únicamente seis meses más joven que Ayrton (no tan joven: 33) pero, en términos de Fórmula 1, era un niño y ésa era sólo mi segunda temporada. El, en cambio, era la Fórmula 1. Podía manejar como un dios –escribe el ex piloto inglés–. De hecho, era a Dios a quien le adjudicaba su genio, y había desarrollado un carácter casi mesiánico.”
El carácter religioso de Senna era bien conocido, pero el fanatismo casi místico era un tema tabú. “Ayrton hablaba públicamente de su fe cristiana y de que estudiaba la Biblia, y sugería, de tanto en tanto, que se sentía guiado por una divinidad. La tristeza que su muerte ocasionó en Brasil fue bastante mayor que la que uno espera normalmente de la muerte de una estrella del deporte, y la evidencia de que Ayrton tenía ‘otro poder’ que la gente reconocía en él.”
Aquel fin de semana trágico se inició con el terrible accidente de Rubens Barrichello, el viernes, y el sábado siguió la muerte de Ratzenberger, la primera en producirse en 12 años en el circo de la F-1. A los pilotos les fue prohibido acercarse al lugar del accidente, pero uno transgredió la norma. “Cuando volvió al camión, nos dijo que Roland estaba muerto –cuenta Hill–. Estaba molesto y enojado. Era típico de Ayrton querer saber, involucrarse, pero lo que lo hacía diferente al resto es que él consideraba a la Fórmula 1 como su propio dominio. Consideraba completamente su derecho ir al lugar y preguntarles a los involucrados qué había pasado y qué habían hecho. Uno tenía la sensación, aún entonces, de que él sabía que se estaba preocupando por sí mismo.”
Aquel 1994 había arrancado de mala manera para el brasileño. En las dos primeras carreras no había sumado un solo punto, y ambas habían sido ganadas por una nueva joven estrella, Michael Schumacher. Senna no se sentía del todo confortable en su Williams y pretendía recuperarse en Imola. “En las pruebas de tanques llenos de aquella mañana, Ayrton fue el más rápido, un segundo más veloz que yo –reconoce Hill en el Times–. Frank Williams tenía que estar orgulloso de su número uno, y a mí no me importaba admitir que tenía cosas que aprender. Pero después de la prueba fuimos a la reunión de pilotos. Ayrton estaba de buen humor tras su buena performance, pero tenía preocupación sobre el uso del ‘safety-car’, el auto de seguridad. Esos miedos serían proféticos.”
Para el ex campeón mundial de Fórmula 1, aquella era “una muestra del clima político” de la categoría, en la que Senna sentía necesario que otros pilotos cuestionaran lo que él, para no aparecer solo en su reclamo. “Ayrton se puso a vociferar, clamando que estaba mal concebido y que era peligroso por una razón específica: la temperatura de las gomas de un coche de F-1 es crítica en varios aspectos –recuerda el ex coequiper del brasileño–. Uno, porque sólo tienen agarre cuando están muy calientes; dos, porque la presión varía enormemente con la temperatura”.
Las verdaderas causas que provocaron el accidente fatal nunca fueron establecidas. Dos teorías circulan todavía al respecto. Una, la que manejó siempre la fiscalía de Imola, lo atribuye a la rotura de la barra de dirección del Williams, que había sido cortada y vuelta a soldar para que Senna se sintiera más cómodo dentro del habitáculo; la otra, la que suscriben más expertos en F-1, señala una conjunción de factores, como la baja presión de las gomas del coche de Senna y a las ondulaciones del pavimento en la zona de la curva de Tamburello, donde se despistó el Williams. Hill, que por primera vez habla en público del accidente, suscribe esta última.
“En suma: si un coche de la F-1 tiene que seguir un auto de pasajeros, no viaja lo suficientemente rápido para mantener la temperatura de las cubiertas dentro de un deseado rango de temperatura y presión –señala el inglés–. Creo que esto fue un factor contribuyente en el accidente de Ayrton, ya que el ‘safety-car’ fue lanzado a la pista exactamente después de la largada, como él temía.”
Así sucedió, casi diez años atrás. El juez Costanzo y el fiscal Passarini no están del todo convencidos aún y han vuelto a abrir el caso, poniendo en el banquillo otra vez a Frank Williams, a su socio Patrick y al diseñador Adrian Newey.
Pero nada de eso regresará la magia.