Toda una victoria de la nostalgia
En el Autódromo de Buenos Aires, Patricio Di Palma le dio la victoria a la marca tras 27 años, con el auto que construyó su padre Luis.
Por Pablo Vignone
Este fue un fin de semana de clásicos porteños: a la velada de boxeo en el Luna Park, con campeón mundial incluido, le siguió a continuación la carrera de Turismo Carretera en la catedral del automovilismo argentino, en el Autódromo de Buenos Aires, una cita que generó tanta expectativa que logró reunir más de 45 mil personas.
Y aunque no había ningún título mundial en juego, la nostalgia ocupó ese lugar vacante, reclamando el papel protagónico de la jornada. No podía ser de otra manera cuando un Torino marchaba inexorable a la victoria, después de 27 años sin reclamar un triunfo.
El toque sentimental fue completo: fue Patricio Di Palma, el hijo del viejo Luis, el encargado de cerrar el ciclo famélico de gloria que su padre Luis había abierto en abril de 1975, ganando las 500 Millas Mercedinas con el último Torino ganador. El Pato, el menor de los hermanos Di Palma, terminó de usufructuar las ventajas técnicas que disfrutan este año los motores Cherokee (que equipan a los Torino).
Lloraba el Pato, y era toda una tarea no acompañar esas lágrimas. “Este triunfo es para mi viejo –dedicaba una y otra vez–. El fue el último que ganó con un Torino, así que este día, para mí, es inolvidable. Además tampoco me quiero olvidar de mi vieja y de mi mujer, que me bancaron noches enteras mientras trabajaba en el auto para correr, y también para todos aquellos que siempre me ayudaron.”
Patricio había logrado su única victoria en el TC en esta misma catedral, siete años atrás, manejando un Chevrolet en pareja con Emilio Satriano. Y el Torino que condujo a este segundo triunfo es el mismo que soñó Luis, el que dejó a medio terminar cuando su helicóptero se precipitó a tierra en Carlos Tejedor, en octubre del 2000. El mismo que sobrevivió a una batalla tremenda contra el Ford de Henry Martin. “Hicimos un buen trabajo, pero nos vamos con las manos vacías. El automovilismo es así”, reconoció Martin.
Así es el automovilismo. Frío como la tecnología, emotivo como la melancolía.