Lun 17.11.2003
libero

FúTBOL › OPINION

De romances y memorias

Por Adrian de Benedictis

El sentimiento de pertenencia de la gente con respecto a la Selección continúa latente. Las poco más de 30 mil personas que estuvieron el sábado por la noche en el estadio de River dejaron en claro que eso no será negociable. Más allá de los estilos, el respaldo hacia el equipo permanecerá intacto. Los aplausos y el gozo del final fueron el reflejo de una relación que, lentamente, inicia una nueva era de reconciliación luego de la frustrante experiencia en Oriente. En su segunda presentación en el país, la Selección Argentina recibió un gesto mínimo de acercamiento, teniendo en cuenta que en el debut ante Chile, las recriminaciones hacia los futbolistas y el entrenador habían sido permanentes.
De todas maneras, la herida de Corea y Japón tardará un largo tiempo en cerrar, y ése será el punto de referencia en el que la gente se apoyará para el juzgamiento final. La ansiedad y el disconformismo aparecieron nuevamente durante el desarrollo de un opaco primer tiempo ante Bolivia, y el nombre de Saviola –jugó los últimos 11 minutos– se escuchó como reclamo general. Más allá de quién sea, parece que ante cualquier circunstancia incómoda siempre habrá alguien que encarne la queja. O también los duendes de Maradona saltarán espontáneamente y ante cualquier circunstancia.
El camino hacia el campeonato del mundo nunca resulta sencillo. Pero una vez más, como sucedió en la clasificación pasada, se vislumbra que Argentina tendrá un lugar asegurado. Los hinchas saben la diferencia que puede existir entre Argentina (y Brasil, por supuesto) y el resto de Sudamérica. La capacidad individual de los apellidos argentinos no entra en ninguna discusión. En consecuencia, la medida ya está instalada, principalmente, con los mejores equipos de Europa. Por eso, el análisis definitivo no es éste sino que será dentro de tres años, cuando el Mundial marque hasta dónde se puede llegar.
Durante el Mundial de rugby que está por finalizar en Australia, el técnico de la Selección Argentina, Marcelo Loffreda, remarcó antes de enfrentar a Irlanda, el último encuentro de la primera ronda, que en ese enfrentamiento se definiría su ciclo de tres años de trabajo. Y a pesar de la diferencia mínima (Los Pumas perdieron por un punto), el equipo se despidió sin poder superar en la etapa previa a un buen equipo europeo. En Corea-Japón, el año pasado, el conjunto nacional también dejó de participar en la primera fase, a partir de que no pudo ganarles a dos seleccionados europeos. La similitud radica en que, más allá del desarrollo previo, ninguno pudo superar la prueba más importante, para la cual se habían preparado durante un largo período.
Argentina llegará al campeonato del 2006, pero esa clasificación no será el objetivo máximo. El recuerdo de lo que sucedió cuatro años antes volverá a ubicarse en el centro de la cuestión, y para ese momento ya nadie soportará cualquier similitud con el pasado.

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