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El recuerdo del 2002
Por diego bonadeo
Qué anda buscando Independiente en el 2003? Seguramente algo que supuestamente tuvo en el 2002, por lo menos en lo que hace a resultados, y que lo llevó a ser el campeón de la temporada anterior. Seguramente algo que tuvo en el 2002, y que también supuestamente ahora no tiene. ¿Qué es lo que se le perdió en el camino del final de una temporada y el principio de otra? No es por cierto, la supuesta cualidad de maratonistas que se lo requiere ahora al plantel y que el propio técnico demanda con demagógicas arengas mediáticas del tipo “aquí el que no corre, no juega más...”.
¿Y Vélez? Una década atrás era la niña mimada del fútbol argentino. Desde entonces y hasta estos tiempos nunca estuvo lejos de la pelea y hasta en las “eras Piazza y Bielsa” jugó tan bien o mejor que cuando el técnico era Carlos Bianchi. Este 2003, a diferencia de Independiente, le pinta más promisorio.
Desde el principio se lo veía complicado a Independiente, por deméritos propios y por atributos de Vélez, que no iban más allá de presionar y encimar en toda la cancha, y encontrar salida en el buen manejo de Cubero y Gracián, la subida de Sena por la derecha y la movilidad de Bardaro.
A los nueve, Nanni pisó el área sin marca y del centro de Bardaro llegó el 1-0. Seis minutos después, enésimo error de Federico Domínguez y la fórmula es la misma. Centro de Bardaro, Nanni esta vez de cabeza y 2-0.
A partir de entonces, Vélez pasó de presionar a escalonarse y esperar. Independiente “domina”. Se acerca en la cancha y tira pelotazos. Sessa descuelga algunos y así, más que irse, se fue diluyendo el primer tiempo.
Después del descanso, Independiente optó por desesperarse menos y su fútbol se volvió más prolijo, sumándose Eluchans, Ríos y Pusineri a los intentos de Insúa. A los diez, por penal de Pusineri, descontó Insúa, pero a los trece volvió a aumentar Vélez. Bardaro, fuera de juego, empujó un cabezazo de Fuentes después de un corner para el 3-1.
Poco a poco, Independiente va optando otra vez por el empuje y la desesperación. Como los cambios no cambian nada, ni tampoco la expulsión de Silvera a los treinta y tres, Independiente debe contentarse con el recuerdo del 2002.