Vencidos
LOS ANARQUISTAS EXPROPIADORES Y OTROS ENSAYOS
Osvaldo Bayer
Planeta
Buenos Aires, 2003
276 págs.
POR DANIEL MUNDO
La memoria es una facultad que obedece tanto como desconoce la voluntad que la convoca. Sus imágenes no siempre aparecen cuando se las llama. Y cuando irrumpen, pueden llegar a reorganizar el mundo. Algo díscolo se esconde en sus entrañas. Por eso la historiografía oficial intenta reducirla a documentos: los documentos imponen una fijeza que la memoria desborda y desbarata. Los ensayos que integran el libro de Osvaldo Bayer, Los anarquistas expropiadores, se apoyan en la solidez documental, para ir más allá de ella y captar el costado que la historiografía deja en la sombra, y que la memoria preserva.
Los fenómenos que el libro estudia forman una memoria subterránea de la Argentina: fueron inflexiones en el devenir nacional, y hubieran podido fundar una tradición muy distinta de la que se instituyó. El anarquismo expropiador o delictivo de la década del veinte, la feroz represión policial en el pequeño pueblo de Jacinto Aráuz, el crac político que significó el negociado por la compra de unos terrenos en El Palomar en 1940, son algunos de los temas que se investigan. Bayer raspa la superficie de estos hechos y los hace hablar en toda su irresoluble complejidad.
El libro es una reedición de ensayos que fueron escritos y publicados en distintos momentos, desde 1976 hasta entrada la década del ochenta. Todos los ensayos comparten un estilo polifónico, en donde múltiples voces arman un relato que quedará inconcluso, aunque su sentido sea evidente. El ensayo que abre el libro y que le da el título provoca cierta conmoción. Su primera publicación, en 1976, fue secuestrada. Desapareció. Pero como dice Bayer, las obras y las ideas, a diferencia de los seres humanos, tienen la posibilidad de renacer. El largo ensayo narra la vida activa de los principales anarquistas expropiadores: Babby, Wladimirovich, Wilckens, Uriondo, Morán, y especialmente la de Miguel Arcángel Roscinga (a Severino Di Giovanni, Bayer le dedicó un libro entero).
Si por un lado tenemos, entonces, la heroicidad de estos personajes, por otro lado se lee la amplitud del anarquismo en aquellos años, el afincamiento que tenía en los sectores populares, la opción política que representaba. Lo que conmociona del ensayo, de todas formas, no es simplemente el recuerdo de estos seres olvidados; es el espíritu general que lo inspira, y las palabras en las que se encarna. Difícil no remitirlo a la época en la que fue escrito.
Bayer –a pesar de lo que afirma– se propone reivindicar a estos anarquistas remotos que querían subvertir el orden de un país oligárquico e injusto, y que lucharon y murieron por un mundo más solidario. Recordarlos en su singularidad significa reconocerlos como un movimiento que, si bien estaba fracturado y en puja, tenía claro su objetivo. Lo que estos actores no pudieron ver era la magnitud de la fuerza contra la que luchaban: la pasividad de Yrigoyen daba vía libre a toda la violencia del Estado, desde el Ejército, la policía o el Poder Judicial con sus sentencias ejemplarizadoras, hasta las brigadas paraestatales representadas por la Liga Patriótica Argentina de Manuel Carlés.
Los ensayos de Bayer se proponen arrancar del olvido los hechos que investigan. De este modo fracturan el relato lineal de la historia y cuentan una versión desplazada de ésta. La versión de los vencidos.