libros

Domingo, 11 de julio de 2004

Historia de la locura

DELIRIO
Laura Restrepo

Alfaguara
Buenos Aires, 2004
342 págs.

POR JONATHAN ROVNER

Aunque hay muchas explicaciones sobre el origen de la locura, cada loco tiene la suya propia. Y, casi siempre, esa explicación particular es la historia de una vida que se remonta, por lo menos, tres generaciones hacia atrás. Es por eso que reconstruir la historia de una locura particular es un ejercicio muy cercano a la ficción novelesca. Así lo prueba Delirio, la novela con que Laura Restrepo se ganó la última entrega del Premio Alfaguara.
Aguilar regresa a casa luego de un viaje corto y se encuentra a su esposa en medio de un brote psicótico. Ingenuo y desesperado, busca desentrañar la madeja de la locura, guiado por el solo impulso de su pasión amorosa. No obstante, a pesar de su frenética búsqueda, Aguilar descubrirá que poco y nada ha de servirle cuanto pueda averiguar sobre lo que ocurrió durante el viaje, ya que la locura de Agustina viene de mucho más atrás y de mucho más adentro.
En Delirio, la demencia de Agustina aparece como una superficie opaca y traslúcida al mismo tiempo, debajo de la cual se agitan recuerdos sepultados antes de nacer y verdades que nunca pudieron hablarse. En ese mundo subterráneo se esconde también la historia presente del continente americano. Desde allí, desde esa especie de pasado intemporal, el delirio de Agustina, anagrama de “angustia”, nos llama la atención sobre algunas de sus más inquietantes posibilidades.
MacAlister, un antiguo novio de la infancia, hablándole a Agustina como en un susurro, o como si le escribiera una carta, le cuenta la historia de su propia vida, la de su familia, la de su clase y la de la decadencia que los arrastra. Buena parte de la novela está ambientada en los años ochenta y da cuenta del momento preciso en que el meganarcotraficante Pablo Escobar, convertido en una especie de divinidad todopoderosa, decide humillar a la oligarquía terrateniente colombiana. “¿Nápoles? Nápoles es el caprichoso nombre que le puso Pablo a una de sus muchas haciendas, una que queda en el corazón de la selva y que tiene tres piscinas olímpicas y pistas de motocross y un zoológico paradisíaco con elefantes, camellos, flamencos y toda suerte de bichos, porque ahí donde lo ve, Pablo es Greenpeace y deportista y de izquierda y defensor de los animales y todo eso. Pablo (...) me dice una frase, una sola frase que me abrió los ojos de una vez y para siempre: ‘Qué pobres son los ricos de este país, amigo Midas, qué pobres son los ricos de este país’.”
Entre la alegoría y el realismo, entre la sinopsis y el retrato, Delirio da buena cuenta de la realidad colombiana, de la naturaleza profunda que subyace como trasfondo de sus conflictos y sirve como advertencia para quienes creen que la locura es algo que escapa a toda lógica. Al contrario, Delirio nos permite entender la locura como una lógica que es familiar e histórica a la vez, pública y privada al mismo tiempo.

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