PREMIOS
La esclavitud y sus precursores
El Premio Pulitzer de novela fue para Edward P. Jones, quien escribió un libro sobre el incómodo tema de los esclavos negros que, una vez liberados, practicaron la esclavitud con los de su propia raza.
Varios hechos y situaciones curiosas –o que al menos exceden la normalidad de estos casos– confluyen en la persona del último ganador del Premio Pulitzer de Novela. Por un lado, Edward P. Jones no es la viva imagen de un escritor: antes de obtener este premio sólo había escrito un libro de relatos titulado Lost in the city (Perdido en la ciudad, que llegó a ser candidato para el National Book Award) y trabaja en una publicación de Arlington –en el estado norteamericano de Virginia– en la poco estimulante tarea de resumir artículos sobre temas fiscales. Jones fue criado en Washington por una madre que no sabía leer ni escribir. Obviamente, jamás pensó que sería escritor. “En mi barrio podías considerar convertirte en conserje, oficinista, camarero, pero jamás surgió la idea de ser escritor”, asegura. Jones –licenciado en Inglés, de raza negra y 54 años– ganó el Pulitzer por su novela The Known World (El mundo conocido) en la que narra episodios no tan divulgados sobre la esclavitud en Estados Unidos antes de la Guerra de Secesión.
Concretamente, la novela hace foco en el caso de los esclavos negros que, una vez liberados, practicaban a su vez la esclavitud con los de su misma raza. El personaje principal es Henry Townsend, un esclavo liberado que trafica seres humanos (un poco también para oponerse a la voluntad paterna, ya que el padre era un liberacionista). Escrita a modo de novela coral, The Known World exhibe una profusión de luchas de poder, familias que se traicionan, esclavos que huyen y, fuera de los límites de la hacienda, el mundo conocido que comienza a desmoronarse ante la fragilidad de sus cimientos. Y más: negros libres secuestrados y revendidos de nuevo, mujeres locas que recuperan la cordura con la libertad, amas que se acuestan con sus esclavos, pero no lo hace siguiendo un orden prefijado, sino como un mero observador a cuya memoria van acudiendo retazos del pasado. De este modo, Jones fragmenta cada historia y con cada pedazo atrapa la atención del lector, que se mantiene en vilo hasta el desenlace de la trama.
Desde luego, Jones no deja pasar la oportunidad de relacionar aquella esclavitud tradicional con otras más modernas. Y, pese a que mantiene un cierto tono medido, no desaprovecha la ocasión de decir sus cosas. “En Estados Unidos existe un sentimiento de culpabilidad por el pasado (de esclavitud), pero no es suficiente. Las ramificaciones en torno a la esclavitud han ido creciendo. Basta con ver la situación actual: esos casos de policías blancos que durante años han asesinado a personas negras. También, en cierta forma, se ha proseguido con los linchamientos que ocurrieron tras la guerra civil. Todo esto es una parte del legado de la esclavitud que el país no ha sabido o no ha querido tratar”, sentencia Jones. Y remata: “La esclavitud continúa, no se ha perdido la necesidad de seguir controlando a la gente y, en ese sentido, no ha habido un verdadero cambio”.