Domingo, 4 de septiembre de 2005 | Hoy
EçA DE QUEIROZ
La oportuna edición de los cuentos completos de Eça de Queiroz entrega una literatura de alta calidad y al mismo tiempo el testimonio de una apuesta estética hecha en los márgenes de la modernidad.
Por Paula Porroni
Cuentos completos
José Maria Eça de Queiroz
Fondo de Cultura Económica.
376 páginas.
Al igual que la de Joyce o la de Borges, la obra del escritor portugués José Maria Eça de Queiroz (1845-1900) es inseparable de su país de origen y no necesariamente porque se centre en o trate sobre Portugal sino porque, de manera más profunda, lleva la marca de la identidad doble del escritor portugués, al mismo tiempo europeo y marginal dentro de Europa. Como ha señalado la crítica de diferentes modos, este posicionamiento doble emparienta a Eça con los escritores sudamericanos, limitados pero también liberados por su posición periférica, la cual les permite manejar todos los temas (la tradición universal) “sin supersticiones y con irreverencia”. En ningún lugar, quizá, sea más patente esta idea que en este volumen con sus cuentos completos, escritos espaciadamente a lo largo de toda su carrera y publicados, la mayoría de ellos en vida, en medios diversos (diarios, revistas culturales, antologías), y reunidos en un único libro por primera vez en 1902, póstumamente. Aquí, a lo largo de las cerca de cuatrocientas páginas del texto, Eça pasa de la Edad Media al Portugal contemporáneo, del drama romántico a una hipotética invasión a Portugal con final edificante, de una primera persona cínica a una tercera bíblica.
No obstante, y pese a su asombrosa variedad temática y formal, es posible ver cómo en todos ellos se dibuja algo así como una grieta, una diferencia no suturable entre elementos que, puestos uno junto al otro, se revelan fundamentalmente dispares. Así, en algunos de los cuentos, la historia es la fisura, el surgimiento de un desfase: tal es el caso de la historia de amor que se narra en el hermosísimo “Excentricidades de una chica rubia”, donde un honrado tenedor de libros, ya viendo “el fin de su vida lleno, completo, feliz” junto a su amada, descubre en ella una mancha imperdonable (y más imperdonable por pequeña y mezquina) y su ilusión amorosa se hace trizas. El amor del personaje (serio y empecinado) se revela así básicamente inadecuado, desfasado respecto del medio pequeño-burgués al que pertenece la chica “en esencia” y en el que transcurre el cuento, con sus grotescas reuniones de recitado de madrigales y magistrados con dientes podridos. En otros cuentos, en cambio, como “Adán y Eva en el Paraíso”, la grieta es apenas el punto de partida: concretamente, en este caso, el abismo que se abre entre Adán, súbita e irremediablemente “vivo con vida superior” y la “inconsciencia del árbol”. Pareciera, incluso, que todos los cuentos tuvieran el objetivo malicioso de confirmar justamente la existencia de órdenes diversos e irreconciliables. En “José Matías”, el personaje es presa de un amor tan pero tan puro e ideal, que el cuerpo de su enamorada le sobra: la carne entonces repele al espíritu. Pero también puede suceder que, como en “Un poeta lírico”, lo real se resista al deseo o la imaginación. En esta última historia –tan triste que la condenso, dice el narrador–, son las aspiraciones poéticas del melancólico Korriscosso las que se dan de bruces con la necesidad de ganarse la vida trabajando de mozo en el restaurante de un hotel, y vivir torturado por “el contacto con los alimentos”. Por fin, en el caso de los cuentos de ambiente medieval y también en el futurista “La catástrofe”, el efecto contrastante (y violento) resulta del choque entre temporalidades diversas: la del pasado o el futuro idealizado, heroico de los relatos versus el presente bajo de la enunciación (fatalmente, un Portugal opaco). Pese al tono muchas veces irónico y burlón y las imágenes grotescas y ridiculizantes, la aparición de esta grieta o fisura que se presenta como esencial es, no obstante, siempre y complementariamente, dolorosa y trágicamente irreversible, irremontable. Quizá, también, se la pueda entender como el modo que Eça encontró de articular y dar cuenta estéticamente de la experiencia de una modernidad en el margen. En cualquier caso, vale la pena leer y atesorar estos cuentos, cada uno de ellos una pequeña y brillante gema.
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