Ganar sin pelear
El arte
de la guerra
Sunzi
Intr. trad. y notas Albert Galvany
Trotta
Madrid, 2001
212 págs.
Por Pablo Dreizik
Datar un texto, realizar una buena traducción, acompañarlo de una
batería de notas, hacerlo preceder de un estudio crítico, a veces
no es un lastre escolar sino una tarea imprescindible. Tal la nota distintiva,
por ejemplo, de las ediciones de clásicos greco-romanos de editorial Gredos
o los textos filosóficos publicados por Tecnos. Un universo de lectores
saben disfrutar y se apasionan de los bien dispuestos repertorios eruditos que
acompañan a estas ediciones. En el caso de un texto como El arte de la
guerra, atribuido a Sunzi y redactado hace más de 2300 años, la
necesidad de una edición especial con los requisitos señalados más
arriba parece una condición básica para su lectura.
Sin embargo, el acontecimiento de la cuidada edición y traducción
de El arte de la guerra de Sunzi arrastra con ella otro valor, el de desmentir
una corriente de lectura que ha transformado los textos del arte bélico
chino en tratados de mercadotecnia para empresas. Así, versiones que traspolaban
textos de diferentes períodos con inauditas traducciones se publican bajo
el nombre del Tao de la Guerra, o se incluían en manuales para directores
de empresas como marketing de guerra. De hecho, y bajo el nuevo prestigio de los
“dragones asiáticos”, bizarras versiones de El arte de la guerra
se contaban entre la bibliografía de los yuppis de los ‘80, de políticos
y jefes de empresa embarcados todos en la reformulación de las relaciones
comerciales en términos de guerra.
Muy por el contrario, lo que deja ver esta nueva y cuidada edición de Trotta
de El arte de la guerra es la perspectiva oriental de la guerra como un multiplicar
los caminos sinuosos que suspende infinitamente el ensangrentar el filo de las
espadas. Tal discurso de la postergación contrasta con la idea de “teatro
de operaciones” que subtiende a todo el pensamiento de la guerra en Occidente.
En este sentido, la lectura de El arte de la guerra proyecta una ontología
que impide el momento de la eliminación del Otro sobre la que, en cambio,
descansa la metafísica del enfrentamiento en Occidente.