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Domingo, 31 de diciembre de 2006

PARA HACER EL AMOR EN LOS PARQUES, DE NICOLáS CASULLO

Los soñadores

Fue publicada originalmente a finales de 1970 y prohibida apenas dos meses después. Aunque liberada de las listas negras en 1984, recién ahora se reedita la novela juvenil de Nicolás Casullo. Una interesantísima experiencia novelística en tiempos en que todo era materia de experimentación.

 Por Gabriel D. Lerman

Para hacer el amor en los parques
Nicolás Casullo
Altamira
286 páginas.

Hechos, bisagras y pasillos oscuros de la literatura argentina: Para hacer el amor en los parques, de Nicolás Casullo, demoró exactamente treinta y cinco años y nueve meses para poder ser leída libremente, sin otras ataduras que las que imponen restricciones de orden personal o colectivo en cada lector. Fue editada por primera vez en noviembre de 1970 y prohibida mediante decreto por la Secretaría de Cultura (a cargo del secretario de ¡Salud Pública!) dos meses más tarde (el 21 de enero de 1971); la novela de Casullo nunca volvió a editarse hasta ahora, aunque la censura oficial se había levantado en 1984. Sin embargo, el hecho de haber sido un texto censurado adquiere aquí otras resonancias, que amplían el cepo que impedía su lectura a otras instancias. Por empezar, llama la atención el pudor o la reserva con que el propio Casullo dejó pasar tanto tiempo desde la rehabilitación para recolocar su novela. El efecto de esa nueva postergación pareciera indicar que no eran tiempos para aquel texto maldito, podía malentenderse o desperdiciarse su reposición. Pariente en la desgracia de Nanina de Germán García y El frasquito de Luis Gusmán, o Monte de Venus de Reina Roffé, Para hacer el amor en los parques presenta distintas aperturas y conjeturas simultáneas. Propone y despliega varias líneas de lectura, por una parte las que en un eje estético la cifran como artefacto literario, y por otro lado las que revelan sus irreductibles formas y contenidos políticos. A primera vista, como testimonio de época es absolutamente más interesante, fresco y vital que diversos textos plomizos, planos y panfletarios que suelen circular en bodegas de archivos públicos rotulados como piezas de museo del vanguardismo. Es en el plano testimonial, sobre todo, donde inquieta y se echa de menos no haberla tenido antes entre manos. Vale decir en este punto que, incluso frente a textos de consabidos setentistas que reescriben y reiteran hoy mecánicamente formas y valores de antaño, Casullo gana por lejos dado que abre el cajón de su escritorio y pone sobre la mesa un texto escrito en su momento, no antes ni después, y dice acá está, tengan el original.

¿Qué es Para hacer el amor en los parques? Con una evidente respiración cortazariana, rayuelesca, Casullo construye una estudiantina universitaria en tránsito hacia la ruptura total y el combate armado, el pasaje de un sesentismo como el de Los soñadores de Bertolucci a una escisión existencialista a la Walsh con lienzos de Los siete locos y Macedonio Fernández. Pero el texto, escrito entre finales de 1968 y comienzos de 1969, a la vuelta de un temprano viaje de Casullo al París rebelde de la Sorbonne y las barricadas, tiene la rara virtud o autonomía temporal de hacer equilibrio realmente sobre una ola que está a punto de romper. Esta novela precede a los momentos decisivos de la Argentina, la radicalización estudiantil y obrera, y las organizaciones armadas. Pero está en el borde, un instante antes de que rompa el hervor. Antes del Cordobazo, antes de los célebres ajusticiamientos de la guerrilla a militares y dirigentes sindicales, antes del luche y vuelve, y contemporánea a los intentos de un sindicalismo combativo, de un peronismo distinto del que adopta y emula al verdugo, de una lucha contra la dictadura de Onganía que se resuelve en varios planos, y en el momento en que las vanguardias de los años sesenta han concluido su lapidario juicio sobre esa Argentina rancia y mustia que intentaba sobrevivir bajo formas seudodemocráticas y en un provincianismo chato y pueril.

La novela de Casullo propone dicotomías: la revista literaria o la lucha armada, Cuba o París, el peronismo o la izquierda, la revolución o la reforma, el partido o las masas en volcán, el barrio o la universidad, la calle o los intelectuales. En esta frase puede verse un estilo:

“... pudo reconocer en Magdalena un mínimo de cinco estrategias entreveradas para hacer frente al mundo de sus progenitores y al mundo de la mercancía capitalista, a partir de sus ansias de formar una pareja de amor auténtico con obrero metalúrgico y joven, provinciano, morrudo y sexualmente inagotable frente a tantos barbetas alfeñiques con libros, que le hiciese vivir huelgas, paros por mejores condiciones, petitorios, alegrías por retroactivos salariales, asambleas antiburocráticas, el vino fuerte de los pobres, puerta de fábrica con sandwich de mortadela, repartir octavillas, tener hijos robustos en un cruce inusual de morochaje con sus ojos celestes, y asegurarse un lugar en algún palco para las fiestas de la revolución”.

Conocido como ensayista y profesor universitario, Nicolás Casullo tiene un lugar, podría decirse reconocible, en la escena de la crítica cultural. Sin embargo, sorprende el silencio habitual sobre su novelística, que a partir de la publicación de su primer texto de largo aliento ofrece un compendio suntuoso y heterogéneo donde indagar esa forma de historia cultural desplazada, ficcionalizada, en que Casullo va delineando su mundo. Otras dos novelas de evidente espesor y factura reclaman aire y lectura: El frutero de los ojos radiantes, historia de inmigrantes, interrogantes del exilio en clave de novela familiar, y La cátedra, policial gótico filosófico donde un raro cruce entre Umberto Eco y Leopoldo Marechal ofrecen esa fórmula casulliana de aula y esquina, de dramatismo y humor, de París y Río de la Plata.

Para hacer el amor en los parques es un proyecto de antinovela total, deconstrucción que se interroga a sí misma a cada paso, disolución de forma. Candidez, madurez y escepticismo. Sospecha de algo fuerte y embriagador, pero a la vez limitado, desconfiable. Tertulia, conspiración y urgencia. Provoca nostalgia, pero también ofrece un imaginario específico: el deslumbramiento de un joven universitario que siente el paso de la historia a su lado.

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