ENTREVISTA
La primacía del texto
El escritor mexicano Mario Bellatin participó del coloquio “Narrativas del siglo XXI: Un diálogo sobre la narrativa actual de América latina”, organizado por Harvard University. Recientemente galardonado con el prestigioso premio Xavier Villaurrutia por su libro Flores, Bellatin conversó en Estados Unidos con Radarlibros sobre la situación de la literatura latinoamericana en relación con el realismo y el mercado.
por Gisela Heffes, desde New Haven
Mario Bellatin nació en México en 1960, pero creció y se educó en Perú. Cursó estudios en el seminario Santo Toribio de Mogrovejo y se graduó en Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Lima. En 1987 fue becado a Cuba para estudiar guión cinematográfico en la Escuela Internacional de Cine Latinoamericano de San Antonio de los Baños. Publicó sus primeras cinco novelas en Perú y luego regresó a la Ciudad de México para continuar su carrera literaria. Ha sido director del Area de Literatura y Humanidades de la Universidad del Claustro de Sor Juana y es miembro del Sistema Nacional de Creadores de México. En el año 2000 fue finalista del Premio Medicis a la mejor novela extranjera publicada en Francia y ha recibido el Premio Xavier Villaurrutia por su novela Flores. Actualmente, Bellatin dirige la Escuela Dinámica de Escritores en el Distrito Federal.
Desde Mujeres de sal (1986) hasta Shiki Nagaoka: Una nariz de ficción (2001) ha publicado una veintena de títulos que combinan y recombinan su producción (muchos de sus libros son nouvelles), entre los que se destacan Efecto invernadero (1992), Salón de Belleza (1999) y El jardín de la señora Murakami (2000). Se lo considera uno de los narradores más originales de las nuevas promociones.
En este momento existe un debate entre algunos escritores latinoamericanos que plantean el problema “estético” como un modo de resistencia frente al mercado. ¿Dónde ubicaría su escritura?
–En un espacio anterior a cualquier debate o discusión acerca del mercado. Primero, porque no reconozco un mercado en Latinoamérica, sino remedos de mercado, intenciones de establecer un espacio, pero creo que es demasiado primitivo... Lo digo por experiencia propia: he pasado por algunas editoriales que aparentemente son parte de esta red, pero creo que son intentos, muchas veces fallidos, que por algún tiempo pueden establecer un espacio cimentado. Los libros, una vez ya hechos, pueden ser incorporados o no a las distintas estrategias de búsqueda de lectores (lo que se llama mercadotecnia), aunque yo no me atrevería jamás a tocar una línea de un texto mío ni como resistencia, ni para hacerlo más accesible. No puedo. No es sólo que no quiero, no puedo. No me veo a mí manipulando textos en virtud de alguna causa ulterior al texto en sí mismo. Para mí el proceso de escritura tiene que ver con tratar de analizar qué cosa es lo que el texto me está diciendo a mí; o sea es al revés: el texto siempre lleva la primacía, tratar de identificar estos elementos y hacer un texto que sea totalmente fiel a sí mismo. Me parece totalmente descabellado una propuesta de manipulación del texto... El texto para mí es un espacio pretérito, anterior a cualquier consideración de cómo va a ser difundido.
¿Cree que su escritura requiere un nuevo sistema de lectura, o puede leerse según los cánones o los sistemas de lectura que se han utilizado hasta ahora?
–Yo creo que necesita varios sistemas de lectura. No dejar de lado ninguno, no decir “no, una lectura tradicional no; necesito una lectura novedosa, vanguardista”. Estoy trabajando en eso, justamente estoy tratando de buscar distintos medios de difusión de los textos, trabajando con una serie de artistas de otras disciplinas: teatro, fotografía, diseñadores gráficos, y precisamente –y esto lo vinculo con la pregunta anterior– por no sentir que haya un mercado realmente cimentado. Mi interés personal es que alguien empiece y termine de leer, ése es mi reto fundamental. Hay un interés racional, intelectual, de buscar, de poner en juego todos los recursos para lograr que alguien empiece y termine. Y según quién sea ese lector, va a encontrarle distintas capas, va a ir juntando distintas lecturas. Yo quiero que los textos mantengan un grado neutro, de una neutralidad aparente, con una especie de vacíos aparentes, una especie de falsa inocencia cuando fueron escritos: dar la imagen de unnarrador que no conoce, que no sabe, que desconoce muchos aspectos del propio texto, para que el lector tenga un espacio –un espacio aparente, al menos–, sea cocreador de los textos y vaya completando estas historias en un tiempo y un espacio definido, dé un nombre a los hechos, dé una interpretación coherente a cada texto.
En mis textos siempre hay una historia simple. Hay un comienzo, la gente entra, pareciera que no hay disturbio y de pronto, creo yo, se llega a un punto en el que no se sabe cómo se llegó: un espacio completamente enrarecido, un espacio regido por reglas propias, unas reglas que el propio texto ha ido generando. Lo que yo quiero, entonces, es que el lector llegue a ese punto, que no tenga miedo, que continúe, eso sí, leyendo, abandonando los prejuicios que como lector pueda tener, y termine el texto.
En relación con esto, ¿cuál es su posición respecto al realismo extremo?
–A mí lo que me preocupa de un texto realista es la intención de escribir para decir determinada verdad o para mostrar determinada realidad unívoca. Yo estoy cansado de escuchar que la novela me cuenta cómo fue el gobierno de tal... Yo quiero saber qué pasa con la literatura. Para mí un texto literario sería el que es más fiel a las reglas de juego que el propio texto está proponiendo, un texto que tenga la suficiente autonomía para poder ser leído independientemente del tiempo, del espacio, de todos los elementos aleatorios que la lectura pueda sugerir. En este sentido, creo que éste es un momento propicio para que la literatura se repliegue en sí misma y pueda hacer una reflexión de otro orden. Creo que hay formas mucho más efectivas que la literatura para que circulen la denuncia y el realismo.