RESEñAS
Lecturas comprometidas
Panorama de la ética
continental contemporánea
Julio de Zan
Akal
Madrid, 2002
128 págs.
Por Daniel Mundo
A un filósofo atento le tiene que resultar difícil no advertir el sinsentido en el que han encallado los enunciados por entre los cuales se mueve: la cita erudita, la interpelación cínica, el nihilismo consumado. Esto exigía una revisión del fundamento sobre el que se elevaba como una columna de humo el sólido edificio de los saberes tradicionales. El pensamiento de la ética parece ser uno de los modos que encontró la filosofía contemporánea para escapar de su condena a muerte, o por lo menos para postergar la sentencia. Julio de Zan, en su último libro, Panorama de la ética continental contemporánea, muestra la fecundidad de este pensamiento, sus posibilidades, sus limitaciones.
La ética se relaciona con la comunidad. Y el núcleo de la comunidad no son los individuos que la integran sino la comunicación que enlaza y diferencia las singularidades irreductibles que la habitan. Por ello, el paso inevitable para sumergirse en los problemas morales consiste en revisar la relación que los hombres y mujeres mantenemos con el lenguaje: él es consustancial con la moral porque su telos consiste en el entendimiento con otros y en la constitución de un nosotros. Julio de Zan parte de esta constatación, y revisa, a lo largo del libro, las distintas perspectivas que conforman el nuevo paradigma lingüístico de la intersubjetividad: la teoría de los juegos del lenguaje proveniente del segundo Wittgenstein, la pragmática universal que sustenta la acción comunicativa habermasiana, el giro pragmático de la filosofía analítica reciente de Rorty y Putman, la fenomenología discursiva de Paul Ricoeur, el decisionismo de Tugendhat. La práctica comunicativa abre el lugar en el que se re-conocerían la subjetividad del sujeto, el sentido del mundo objetivo y las estructuras normativas del mundo social.
La filosofía práctica y la ética, entonces, se interesan por comprender y valorar el sentido que aparece en las manifestaciones humanas: no se ocupan del mundo; son, más bien, su condición. De aquí el basamento hermenéutico de su tarea. Esta tarea, por otra parte, tiene sus complicaciones, por un lado porque el objeto que se empeñan en comprender no es una cosa dada sino que se instituye en la comunicación intersubjetiva. Por otro lado porque desde hace casi un siglo la hermenéutica se ve imposibilitada de explicar su objeto (comprenderlo y valorarlo) sin cuestionar sus propios principios críticos. Hay que volver a reflexionar, una vez y otra, sobre y en los presupuestos éticos que soporta la racionalidad en cuanto tal. En el camino espiralado que desanda De Zan para reflexionar sobre la ética, la racionalidad se funda y hunde en el discurso.
El libro de De Zan no se contenta con dar cuenta del estado de situación en el que se halla la reflexión que aúna la ética y el lenguaje en la Europa contemporánea. Se ve afectado por esta situación. De allí que la cuestione. Ahora bien, que deje entrever su propio compromiso ético y político no significa que proponga una teoría sustancial o cerrada de la ética. Advierte, por el contrario, que el postulado de cualquier plan ético es peligroso, ya que resulta más que probable que devenga un programa totalitario. La disolución de todo lazo comunitario, la devaluación de la pasión, la imposición del cálculo y del dominio como modos hegemónicos de relación con las cosas y los otros: he aquí el territorio en el que la ética debe lidiar, y del que no puede escaparimponiendo correctos ideales morales que los seres humanos, como un infante, tan sólo tendrían la libertad de obedecer.