RESEÑA
Dos potencias se saludan
Y mañana,qué
Jaques Derrida
Elizabeth Roudinesco
Trad. Víctor Goldstein
FCE
Buenos Aires, 2003
212 págs.
Por Jorge Pinedo
Historiadora de la cultura, psicoanalista ella misma, Elizabeth Roudinesco discurre con el filósofo que hace cuatro décadas implantó el deconstructivismo, Jaques Derrida, en torno de tópicos sobre los que acuerdan debatir. Si bien el concierto no resulta unísono, tal semejanza aleja el diálogo de la discusión, aproximándola a la charla cordial. La amable conversación, a su vez, se aparta de ese deporte tan francés como es la polémica, a fin de parecerse al intercambio propio de un club británico.
Franceses hasta los tuétanos, al fin y al cabo, ambos intelectuales se tornan cajas de resonancia dentro de las cuales, respectivamente, vibran los ecos de las preocupaciones actuales tanto de la intelectualidad como de la burguesía europeas. Al fin y al cabo, en buena medida fue en aquellas praderas donde esas formaciones de la cultura cobraron esfinge institucional y donde perduran en un presente que les es propio. A tal punto que no siempre –casi nunca, más bien– esa actualidad guarda correspondencia con la que pulula por lares menos bendecidos por el capitalismo. Por ello, cuando Roudinesco y Derrida retoman el verso de Víctor Hugo que se interroga “De quoi demain...”, sus respuestas admiten traducciones diversas, desde la literal “¿De qué está hecho el mañana?” a la del título del volumen: Y mañana qué...
Sutil distinción más que diferencia, marca el avance de lo coloquial hacia lo reflexivo como virtud principal que arranca el texto de la ramplona entrevista de la ya veterana alumna consagrada al maestro devenido prócer más allá del bien y del mal. La interlocución propiamente dicha fue desgrabada y transcripta, de modo que cada uno tuvo oportunidad de volver a fundir sus palabras, logrando la hazaña de permitir el pasaje de lo oral a lo escrito, en provecho de la lengua y sin pervertir el lenguaje. Con la deconstrucción como método privilegiado, los autores desandan senderos recorridos en común con otros pensadores que, vistos a la (escasa) distancia, figuran al modo de los postreros modernos: Marx, Nietzsche, Freud, Lacan, Heidegger, Althusser, Lévi-Strauss, Bataille, tal vez Sartre. Comparten acaso “una atención constante a cierto movimiento de la frase, a un trabajo, no del significante, sino de la letra, la retórica, la composición, la dirección, el destino, la puesta en escena”.
Herederos de las Luces, pero europeos en última instancia, Roudinesco y Derrida, junto con sus escalas teóricas y destinos temáticos, quedan sumidos en esa paradoja que reconocen eurocéntrica pues no sólo “se otorga armas contra sí misma y contra su propia limitación sino que da armas políticas a todos los pueblos y todas las culturas. Esto se asemeja a un proceso autoinmunitario”. Filosofía y filiación, pena de muerte, los límites conceptuales de la condición humana; su revés, los derechos de los animales; los dos demonios de allí: nazis y comunistas; literatura y psicoanálisis, censura y metafísica, omnipotencia materna e Iglesia, constituyen algunos de los puertos donde el pensamiento de ambos referentes intelectuales toca tierra, hace pie, se vuelve real.
La traducción de Víctor Goldstein eleva por peso propio la calidad literaria y científica del conjunto.