Así como el Sao Vito se deterioró por la precariedad de sus habitantes y la invasión del crimen, otro edificio favelado, el Prestes-Maia, tiene una segunda chance gracias a que fue ocupado. La antigua hilandería de la Compañía Nacional de Tejidos, de 17 pisos de altura, está también en pleno centro viejo y estuvo abandonada varios años. En 2002 fue ocupada por 488 familias alineadas en el Movimiento de los Sin Techo del Centro.

Cuentan los militantes que el hall de entrada estaba inundado con aguas cloacales y que los primeros meses fueron muy difíciles –malandras de todo tipo entrando, un incendio– hasta que se pudieron restaurar los servicios básicos de agua y luz, y hacer funcionar los desagües. Cada familia paga 20 pesos por mes de expensas comunes y la municipalidad paga las cuentas de servicios generales.

Como los vecinos están encuadrados en un movimiento político, el edificio está gobernado por un reglamento interno cuyo incumplimiento es motivo de expulsión. No se permiten visitantes después de las nueve de la noche y no se puede salir después de las 10, excepto los que tienen un trabajo nocturno y no vuelven hasta la mañana. Uno de los vecinos, Mauricio da Silva, trabaja para el consorcio como guardia de seguridad. Todos se turnan en limpiar los baños comunes –el edificio es una fábrica, no tiene baños individuales– y como cada uno cocina en su “departamento” con un calentador hay un sistema de organización rápida para apagar fuegos.

El Prestes-Maia es centro de un complicado caso legal. Su dueño, el estudiante de derecho Augusto Peixoto Amorim, de 25 años, lo heredó de su padre, que lo compró en 1989 con la idea de hacer un hotel. La fábrica se había cerrado en 1986 y los Peixoto descartaron el hotel cuando averiguaron que sólo de Barrido y Limpieza el edificio debía un millón de dólares. Las cuentas no cerraban: el edificio vale entre dos y tres millones de dólares; la reforma costaría 5. El joven Peixoto ahora está discutiendo la expropiación, que en el mejor de los casos cubriría el 70 por ciento del precio real, y no entiende por qué la ciudad no soluciona el tema simplemente traspasando a los Sin Techo algunos de los más de 400 edificios vacíos que tiene.